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Mujeres silenciadas de la Guerra de Malvinas: "Salvamos la vida de muchos soldados"

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Las enfermeras que participaron de la contienda bélica exigen la visibilidad por su labor, a 37 años del conflicto armado entre Argentina y el Reino Unido.
Mujeres silenciadas de la Guerra de Malvinas: "Salvamos la vida de muchos soldados"

El pasado martes se cumplieron 37 años de la 'Guerra de Malvinas', un conflicto bélico que llevó a la Argentina a invadir territorio británico ocupado —el 2 de abril de 1982—, con la intención de recuperar la soberanía sobre el archipiélago, ubicado al sur del país sudamericano.

La contienda militar marcó un punto de inflexión en la historia argentina. Tras la trágica derrota que culminó con la rendición de sus tropas ante Inglaterra el 14 de junio, y que dejó 649 soldados muertos, el país se encaminó en construir un relato oficial de lo sucedido y rendir homenaje a sus excombatientes.

Durante los años posteriores, la figura del 'veterano de guerra' comenzó a tomar relevancia en la sociedad. Los soldados que retornaron a la Argentina recibieron condecoraciones y eran considerados como héroes por el Estado, que reconoció su participación a través de un subsidio económico de por vida.

Pero quienes lucharon y murieron en el campo de batalla no fueron los únicos convocados por la Junta Militar que dirigía el Gobierno, aquel 2 de abril de 1982. Durante un largo periodo, la historia había silenciado y opacado a un equipo de 14 mujeres que, aunque no viajaron a las Islas, tuvieron una participación crucial en pleno escenario del conflicto y una tarea esencial. Las enfermeras de Malvinas salvaron la vida de muchos soldados y hoy luchan por el reconocimiento de su labor.

'Mujeres de Malvinas'

En el año 2010, periodo en que Argentina cumplió 200 años de historia desde su fundación como República, el entonces Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner elaboró un libro que reflejaba, a través de protagonistas trascendentes, la historia del país sudamericano. 

Las paginas de '200 años. 200 soldados' ilustran semblanzas de los 'padres de la patria' como Manuel Belgrano y San Martín, así como también sus hazañas en los tiempos de la revolución colonial. El libro, en su mayoría, está conformado por hombres. Pero en una página, entre las más altas figuras militares masculinas, vestida con un uniforme de guerra, la enfermera Alicia Reynoso posa orgullosa.

Alicia Reynoso ingresó en 1980 a la Fuerza Aérea Argentina como enfermera y fue jefa del sector en el Hospital Aeronáutico Central de Buenos Aires. En 1982, con 27 años, ella y otras 13 enfermeras fueron llamadas a participar en el Conflicto del Atlántico Sur. Desde un centro hospitalario adaptado en la provincia de Chubút, al sur del país y próximo a las Islas Malvinas, las mujeres tenían una única misión: asistir a los soldados heridos que arribaban del devastador campo de batalla. 

"Cuando mi superior en Buenos Aires me convoca como Jefa de enfermeras para la guerra, sentí un orgullo inmenso. Me había preparado mucho tiempo en las Fuerzas Armadas y esta era una oportunidad de probarlo. Curar a los soldados que llegaban en estado crítico fue todo un honor y lo mismo lo fue para mis compañeras. Mi superior me había ordenado que preparase un equipo de cinco personas para dirigir en el hospital que habían montado en Comodoro Rivadavia, Chubut", recuerda hoy Reynoso en diálogo con RT.

El hospital que habían levantado las autoridades en aquella base militar contaba con las instalaciones apropiadas para recibir a los combatientes: 30 camas, zona de terapia intensiva y cirugía, agua potable y los insumos necesarios para atender las emergencias necesarias. 

La llegada de las enfermeras a Comodoro Rivadavia no las diferenciaba de cualquier otro soldado en el lugar: portaban armas, vestían el uniforme militar obligatorio y estaban expuestas a un posible ataque enemigo. Y aunque confiesan haber guardado en el estuche del revolver más de un lápiz labial, su labor también conoció el horror de un guerra trágica.

'Curar las heridas del cuerpo y sanar las del alma'

Los gritos de dolor. Ese es el recuerdo que Estella Morales, enfermera de Malvinas y compañera de Reynoso, revive con la llegada de los primeros soldados al hospital. Los llantos y las heridas lacerantes que cubrían los cuerpos de los combatientes, entre quemaduras, rotura de huesos e impacto de balas, se volvían cada vez más comunes, mientras la cantidad de heridos aumentaba. 

"Se formaba una hilera en el piso a medida que iban aterrizando los aviones y los bajaban como podían. Nosotras salíamos corriendo a revisarlos. Nos impactaba su estado físico más que sus heridas. Flacos y escuálidos, con cuerpos pequeños, ya que algunos no superaban los 20 años. Puedo oír sus gritos como si hubiese sido ayer", afirma Morales.

A pesar que el número de heridos subía durante el transcurso del conflicto, las enfermeras admiten que no se vieron desbordadas en ningún momento.

"Estaba todo muy bien organizado. Nosotras, junto a los doctores y otros empleados de la sanidad militar trabajábamos muy bien. Salvamos la vida de muchos soldados y eso nos deja tranquilas. Por eso, nos molesta que a aveces no se acuerden de nuestra labor y nos quieran borrar de la historia de Malvinas. Porque fuimos nosotras las que contuvimos y abrazamos a los heridos que volvían en las peores condiciones. Y la discriminación es doble: por ser mujer y por no haber disparado un arma", confiesa tajante Morales.

El soldado Jeff Glover 

El 21 de mayo de 1982, el piloto de las Fuerzas Armadas británicas, Jeff Glover, tenía una misión habitual en Malvinas: bombardear la posición argentina en Port Howard, la zona este de las Islas. Ese día, el soldado se subió a su nave como quien realiza una tarea habitual: sin titubeos, ni improvisaciones. Había estado realizando prácticas con las Fuerzas Aéreas de su país en Alemania cuando fue llamado para trasladarse al archipiélago. Antes, participó de incursiones militares en Canadá. Glover despegó en su avión aquel día de sol y se perdió en un cielo diáfano, confiado en cumplir la orden de bombardeo.

Pero cuando la nave sobrevolaba el punto de ataque, detectó un impedimento: asentamientos civiles se encontraban próximos a la zona de los argentinos y cobrar la vida de civiles inocentes no era una opción. El soldado realiza una segunda maniobra en búsqueda de un blanco más apropiado, pero esta vez a una altura menor que lo ayudara a divisar posibles objetivos fácilmente. Fue en ese momento que escuchó la primera explosión, desde la parte trasera. Al instante, otras dos. Jeff Glover observó cómo las tierras áridas del continente sudamericano se extendían ante sus ojos, mientras su avión caía en llamas. Es en ese momento, decidió eyectarse de su asiento y comprendió, finalmente, que su misión estaba arruinada.

Lo primero que reconoció fueron sus uniformes, diferentes a los de la corona británica, que se acercaban con cautela. No recordaba su caída, tampoco en qué ubicación estaba. Lo único que Glover entendía era que estaba por convertirse en prisionero de guerra de las tropas enemigas. El único combatiente inglés apresado en toda la guerra, incluso hasta tiempo después de su finalización el 14 de junio.

Alicia Reynoso recuerda la llegada del inglés al hospital de Comodoro Rivadavia, en territorio argentino. Tenía una luxación en su hombro y estaba bastante aturdido.

"Lo trasladamos de inmediato a traumatología. Me acuerdo que había un partido de fútbol cerca de nuestra base y, a uno de los costados, había un palo con una diminuta bandera. La cortamos y se la atamos en el brazo hasta que luego lo enyesaron. Al poco tiempo de ser tratado y estabilizado, lo acompañamos hasta un avión dónde iba a ser trasladado a la provincia de La Rioja, para luego ser intercambiado por prisioneros nuestros en las Islas", detalla Reynoso. 

Luego de siete semanas como prisionero, Glover fue liberado por los militares en Montevideo, Uruguay, tras un intercambio de detenidos. En un documental que repasa su biografía, el soldado admite haber recibido buenos tratos de parte de los argentinos. 

El reclamo a 37 años de la guerra

Finalizada la guerra, el 14 de junio de 1982, las enfermeras retornaron a sus respectivos lugares de trabajo. Su superior les había dado una única orden: que olvidaran todo lo que habían visto durante su estadía en Comodoro Rivadavia. La trágica derrota era algo que no se podía ocultar en aquellos tiempos, pero sí se intentó resguardar los errores de las autoridades del Gobierno que llevaron adelante la contienda. 

Durante muchos años, Reynoso y sus compañeras vieron cómo la historia de la guerra se contaba sin ellas. Los actos, reconocimientos, libros y documentales sólo hablaban de los soldados, vivos o muertos. Incluso soportaban cómo personal militar masculino que sólo estuvo apenas unos días en las Islas, y sin participación alguna, eran reconocido como 'veteranos de guerra' y se acreditaban el subsidio del Estado. 

"Habíamos trabajado a la par de los soldados. Los esperábamos día y noche,a veces sin dormir, para recibirlos y curarles las heridas. Nosotras luchamos por el honor y la igualdad, no nos interesa la pensión estatal. Queremos instalar que el rol de la enfermera y la mujer en Malvinas fue igual de importante que cargar una ametralladora. Sufrimos la misma muerte y dolor que en el campo de la batalla", asegura la enfermera. 

Fue recién en el año 2013, luego de algunos reclamos a las Fuerzas Armadas, que las enfermeras fueron invitadas a desfilar como veteranas de guerra en actos conmemorativos.  

"Casi nunca nos invitan a participar de ningún evento. Sólo cuando se acerca una fecha de aniversario. Pero a nosotros sólo nos interesa que las personas sepan nuestra historia. Que la mujer luchó por su país en tiempos dónde casi no se permitía el personal femenino en las Fuerzas. Vivimos un tiempo de revolución femenina y queremos contar lo que pasó en las Islas. El rol de la enfermera en la historia de Argentina, no puede olvidarse o desaparecer. Estuvimos, estamos y vamos a estar presentes", finaliza Reynoso. 

Facundo Lo Duca

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