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Se agrava la enfermedad de la moribunda democracia estadounidense

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La democracia de EE.UU. sufre una larga enfermedad de más de 30 años, revela un nuevo estudio de investigadores estadounidenses que se publicará este otoño. Los ciudadanos corrientes ya no creen que sus voces puedan decidir algo en la política.
Se agrava la enfermedad de la moribunda democracia estadounidense
Martin Gilens (Universidad de Princeton) y Benjamin Page (Universidad Northwestern) analizaron 1.799 aspectos políticos en detalle y determinaron la influencia relativa que tienen en ellos las élites económicas, los grupos empresariales, los grupos de interés integrados por la ciudadanía y los ciudadanos de a pie, informa un artículo del sitio web de Press TV. Los científicos llegaron a la siguiente conclusión: "Las prioridades de los estadounidenses corrientes parecen tener un impacto minúsculo, casi nulo y estadísticamente no significativo, en las políticas públicas".

Los investigadores afirman que los legisladores norteamericanos responden a las demandas políticas de los individuos ricos y a los intereses de empresarios adinerados, los que tienen más poder de presión y los bolsillos más profundos para financiar campañas electorales.

Los científicos estudiaron información recogida en el período comprendido entre 1981 y 2002, de manera que lo que mencionan tuvo lugar incluso antes de que la Corte Suprema de EE.UU. emitiera en 2010 el fallo histórico que dio luz verde a la participación de empresas en las campañas electorales después de ver el caso Ciudadanos Unidos contra Comisión de Elecciones Federales, antes de la aparición de los 'Super PAC' ('supercomités' de acción política que pueden participar en el gasto político ilimitado fuera de las campañas) y antes del rescate de Wall Street, señala el autor del artículo, Robert Reich, profesor de política pública en la Universidad de California en Berkeley.

Así que es probable que el estado actual de la democracia estadounidense sea aún peor, señala el profesor. Al darse cuenta de que sus voces no llegan a oídos de nadie, los estadounidenses de a pie muestran estar hartos de la política. Actualmente, solo el 13% de los ciudadanos aprueba el trabajo del Congreso, una cifra muy próxima a un mínimo histórico. Los índices de aprobación del presidente Obama también se encuentran bajo mínimos. Una gran parte de la población ni siquiera se molesta en votar. Para muestra, un botón: solo el 57,5% de las personas con derecho a voto participaron en las elecciones presidenciales de 2012.

En pocas palabras, la mayoría de los estadounidenses se sienten impotentes y creen que el juego político está ya decidido sin su participación, señala Reich.

La moribunda democracia de EE.UU. ha entrado en un círculo vicioso en el que el poder político se concentra cada vez más en intereses monetarios que utilizan el poder en su propio beneficio: para conseguir reducciones de impuestos, ampliar las lagunas fiscales, beneficiarse de los acuerdos de asistencia social corporativa y de libre comercio, cortar las redes de seguridad, promulgar legislación antisindical y reducir las inversiones públicas.

Estos movimientos lograron concentrar aún más ganancias económicas en la parte superior de la comunidad, dejando fuera la mayor parte de los habitantes de EE.UU., asevera el autor. "No es de extrañar que los estadounidenses se sientan impotentes. No es de extrañar que estemos hartos de la política y que muchos de nosotros ni siquiera votemos", concluye.
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