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Pandillas, la pesadilla violenta de los jóvenes urbanos de EE.UU.

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Los grupos criminales llamados 'pandillas', responsables de un fuerte aumento de los índices de violencia en EE.UU., se han convertido en una pesadilla para los jóvenes de las grandes ciudades del país.
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Una de las ciudades donde operan las pandillas es Chicago. "Uno de mis amigos fue asesinado delante de mí. Le dispararon en el pecho ocho veces delante de mis ojos", dijo el expandillero Emanuel Salinas.

Emanuel tiene apenas 16 años. Es hijo de inmigrantes latinos en EE.UU. y, como miles de chicos de su edad, intenta escapar de una sombra que lo persigue desde la infancia: las pandillas.

"Desde el 95 hasta la fecha han muerto entre 700 y 800 jóvenes cada año aquí en Chicago, y la causa es el pandillerismo", indicó Luis Mendoza, asesor de jóvenes involucrados en pandillas de la organización Latino Organization of the Southwest.

Las cifras nacionales estiman que en todo el país hay más de 30.000 pandillas diferentes. La mayoría se autofinancian a través de tres delitos: el tráfico de drogas, de personas y de armas. En los últimos años sus actividades se incrementaron, igual que el número de personas que las integran.

"Se ve más crimen el día de hoy. ¿Por qué? Porque la economía no está bien. Dicen que nos estamos recuperando pero la gente pobre no lo ve. La gente sigue sin empleo", agregó Mendoza.

Latino Organization of the Southwest es la única institución dedicada a alejar a los jóvenes con pocos recursos del crimen callejero en Chicago, una ciudad con altos índices de violencia. 

Se ve más crimen el día de hoy. ¿Por qué? Porque la economía no está bien  


Otro caso, el de Alan, es uno de los más emblemáticos. Con 15 años este adolescente prácticamente criado entre gánsteres estuvo internado incontables veces en reformatorios.

"La gente no se metía conmigo porque yo estaba cubierto por todos mis amigos, mis muchachos. Y además las drogas y demás que entraban en la pandilla me daban dinero. Eso es básicamente lo que me mantenía dentro", dijo Alan Gutiérrez.

Sin padres que pudieran contenerlo, Alan se fue convirtiendo en un pandillero modelo. Fue detenido por robos, agresiones con uso de armas e incluso por provocar un incendio en su colegio. Pero no tardó en darse cuenta de que en su grupo los códigos eran solo una ficción.

"Cuando el líder de la pandilla me disparó desde un auto el año pasado, eso me traumó. Tres de mis amigos fueron baleados en una esquina. Esa fue la primera vez que ellos nos dispararon y yo no sabía qué hacer, estaba atrapado y solo pude escapar corriendo", explicó Gutiérrez.

Con el asesoramiento psicológico necesario, el joven quedó al cuidado de una madre adoptiva que lo acompaña en su recuperación. Para alguien que creció entre delincuentes, andar por 'la buena senda' requiere un trabajo diario, sobre todo cuando las pandillas siguen estando a la vuelta de cualquier esquina.

Gracias a la organización, Alan encontró en esta casa el amor y la contención que necesitaba para salir de los problemas en los que se había metido. Pero casos como estos son solamente un parche para la espiral de violencia mientras no cambien las condiciones estructurales que condenan a estas comunidades a la marginación y a la falta de oportunidades. 
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