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Moscú celebra el 30 aniversario de los Juegos Olímpicos de 1980

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Estos días de calor veraniego tan insólito para Rusia, Moscú celebra el 30o aniversario de los Juegos Olímpicos de 1980. La fecha del 19 de julio de 1980 es conmemorable desde otro punto de vista también: tres días antes de la inauguración de los Juegos, Juan Antonio Samaranch, el embajador de Es

Estos días de calor veraniego tan insólito para Rusia, Moscú celebra el 30o aniversario de los Juegos Olímpicos de 1980. La fecha del 19 de julio de 1980 es conmemorable desde otro punto de vista también: tres días antes de la inauguración de los Juegos, Juan Antonio Samaranch, el embajador de España en Moscú en aquel entonces y vicepresidente del COI, fue elegido presidente del Comité Olímpico Internacional y ocupó este puesto hasta 2001.

La Olimpiada tuvo lugar en plena época de la Guerra Fría y EE. UU. se negó a participar, explicando su decisión con la invasión de la URSS en Afganistán. Su ejemplo fue seguido por otros 63 países, Canadá y Japón incluidos. Los estados europeos, a excepción de República Federal de Alemania, decidieron participar, entre ellos España que consiguió seis medallas; la selección más numerosa de Europa Occidental resultó ser la de Italia.

Fue la primera vez que los Juegos Olímpicos tuvieron lugar en un país solicialista, así que tanto los participantes como los organizadores tomaron medidas de seguridad sin precedentes.

Todos los ciudadanos 'no fiables', es decir, que tenían problemas con la ley durante su vida -da igual en qué momento fuera-, los desempleados, los alcohólicos, y la mayoría de los que tenían alguna enajenación mental y  las prostitutas (al parecer, quedaron solamente las más privilegiadas que trabajaban de agentes clandestinas para la KGB) fueron deportados violentamente de Moscú. La mayoría de los disidentes, es decir, aquellos que se atrevían a oponerse de algún modo al poder oficial del Estado, y de los que se sospechaba podían tener cualquier tipo de vínculo con estos grupos, fueron exiliados del país.

Los moscovitas recibieron también una 'prescripción' semi-oficial de mandar a sus hijos o a campamentos de verano o a parientes residentes en otras ciudades, para proteger a los menores de edad de la influencia del 'capitalismo podrido'. A los mayores de edad que no tomaban parte en las preparaciones también se les 'aconsejó' que hicieran lo mismo.

Al atravesar la frontera rusa, cada extranjero, a parte de una bienvenida muy cordial, recibía también a un 'guardia' profesional personal (o, a veces, algunos), encargado de seguir e impedir sus contactos con los autóctonos.

Los logros

Sin embargo, la ola de Coca-Cola, chicles, los vaqueros, los 'naiks' y, sobre todo, Adidas invadió Moscú y la explotó. En Rusia suelen decir que fue la Olimpiada 80 la que trajo la Perestroika de 1985 a la URSS.

Y, desde luego, la URSS tenía que mostrar su poder a toda escala no solamente a través de los logros deportivos (en esta Olimpiada consiguió la mayoría de las medallas, 195, y 80 de ellas de oro, mientras que el segundo lugar no oficial lo ocupó la selección de la República Democrática Alemana con un total de 126 medallas, 47 de ellas de oro, y el tercer lugar Bulgaria, con 41 medallas, 8 de oro), sino también con los récords organizadores. Así que en la ceremonia de la clausura de los Juegos, por ejemplo, unos 3.000 soldados presentaron 'dibujos animados' en colores en las tribunas del estadio. Se sabe que tardaron un mes y medio en entrenarse para mostrar solamente uno de ellos, el osito, el símbolo de la Olimpiada 80, con lágrimas en sus ojos.

Otro récord fue la construcción del centro de prensa, destinado a impresionar a los periodistas extranjeros: el proyecto contaba con una superficie de 30.000 metros cuadrados. Hoy en día este logro de los Juegos Olímpicos resulta ser vital para la página web de RT, en particular, ya que la redacción se ubica aquí. De este mismo conjunto arquitectónico gozan la agencia EFE en Moscú y la agencia de noticias Ria Nóvosti, propietaria del edificio. El equipo de RT tiene suerte ya que se ubica en la zona más autóctona, la que no ha sufrido ningún tipo de reconstrucción ni obra desde los años 80.

Sin embargo, hoy en día, cuando la situación política en el mundo es bastante diferente ya, los organizadores y participantes recuerdan todo tipo de 'curiosidades' que acompañó a las celebraciones.

Fuego olímpico

Para encender el fuego olímpico hacía falta realizar unos cálculos muy precisos. Durante el ensayo los técnicos suministraron un volumen demasiado grande de gas a la antorcha principal y las llamas del Fuego Olímpico se separaron del cuerpo de la antorcha y se salieron de los marcos de la arena.

El símbolo

El símbolo de la Olimpiada de 1980 fue un osito con cinco anillos olímpicos, pintados en su barriguita. Se dice que este honor fue otorgado al osito porque para Occidente en aquel momento Rusia se asociaba con un oso malsano y agresivo. Así que optaron por presentar la otra cara de la criatura: dulce y cariñosa. El símbolo sigue siendo muy popular en Rusia en la actualidad: hay juguetes y camisetas con sus dibujos. El autor de la imagen, Víktor Chízhikov, comenta que le encantaría 'reanimar' al animalito para los Juegos Olímpicos de Sochi de 2014 y ponerle, por ejemplo, esquíes en sus patas.

Pues bien, ésta es una cuestión futura, pero en 1980 la ceremonia de despedida con el símbolo de los Juegos en la ceremonia de clausura resultó ser un verdadero examen para los organizadores: estaba programado que la figura gigantesca del osito de goma volara hacia el cielo, dando los últimos saludos con su pata derecha. Por empezar, el osito de unos 10 metros de alto y unos 3,5 metros de ancho no cabía en las puertas del estadio Luzhnikí, la sede de la ceremonia. Tuvieron que dejar que saiera un poco de helio y, tras pasar las puertas, volver a hinchar la figura con una pompa. Esto provocó un verdadero pánico entre los organizadores, ya que la demora violó el escenario del 'fiestón'. Además, en el vuelo la figura corría el peligro de caer en las llamas del Fuego Olímpico a causa del viento y explotar.

Vladímir Aleshin, el director del Luzhnikí, contó que mientras la nación lloraba por la emoción de ver al osito abandonando el estadio y la pena de que se acababa el gran evento, todos los organizadores lloraban de alivio.

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