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Un viaje al pasado en un barco histórico como aventura turística

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Parece que cada día los deportes náuticos en todas sus formas se hacen más populares. Los aventureros contemporáneos suelen disfrutar de espacios acuáticos de formas muy diversas: la vela y el remo, yates y cúteres de lujo o los de clase media.
Un viaje al pasado en un barco histórico como aventura turística

Parece que cada día los deportes náuticos en todas sus formas se hacen más populares. Los aventureros contemporáneos suelen disfrutar de espacios acuáticos de formas muy diversas: la vela y el remo, yates y cúteres de lujo o los de clase media.

Sin embargo, una de las formas más exóticas es la pasión por las naves .

A orillas del lago Onega, el segundo lago más grande de Europa, situado en el noroeste de la parte europea de Rusia, hay un club naval bastante insólito. Por una parte, es un museo de historia de la navegación en Rusia: tiene expuestos varios barcos de siglos pasados, adquiridos tiempo atrás. Por otro lado, es un centro de reproducción de naves antiguas a tamaño natural a base de proyectos originales de las épocas a las que corresponden cada una de ellas.

Los buques que salen de sus astilleros son muy demandados por los cineastas rusos. Sin embargo, el objetivo principal del fundador del club, un ex marinero ruso, es compartir su pasión por la navegación, por eso la mayoría de navíos de madera, fabricados en los aproximadamente 30 años de funcionamiento del club, se queda en los hangares, con la finalidad de servir para las aventuras turísticas en la época en la que concluye el deshielo de las aguas de la zona.

Estos barcos son capaces de hacer frente a las peores tempestades y no hay nada sorprendente en que muchos entusiastas lleguen a Onega para aprender a navegar y ponerse a prueba de verdad, descubriendo el mundo a través de aquellas 'máquinas del tiempo', experimentándo las mismas sensaciones que sus antepasados. Cada uno de los navíos es diferente; en algunos, las condiciones de vida son muy básicas y en otros se está como en un hotel de cinco estrellas. Sea como sea, un viaje en un barco de madera siempre es algo muy imprevisible.

A pesar de que para la próxima temporada alta se pronostican unos flujos de turistas bastante reducidos debido a la crisis financiera global, los propietarios tienen muchas expectativas puestas en sus innovadores proyectos. Uno de los últimos experimentos del club es un hotel flotante. Con el tiempo planean poder ofrecer a los aficionados varias rutas que cubran todo el territorio nacional. Esperan que la idea les parezca atractiva a los operadores turísticos, porque es el turismo lo que suministra la mayor parte de los ingresos al sector de construcción naval de época: un barco de este estilo requiere varios meses de trabajo y más de 500.000 dólares de inversión. Así que, sin estas ganancias, no les sería fácil mantener el negocio.

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