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'El arco de Kursk', la última oportunidad del III Reich

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En verano de 1943 el Alto Mando alemán estaba tratando de tomarse la revancha por la derrota en Stalingrado y volver a tener la iniciativa estratégica. Alemania necesitaba la victoria como nunca.
'El arco de Kursk', la última oportunidad del III Reich

En verano de 1943 el Alto Mando alemán estaba tratando de tomarse la revancha por la derrota en Stalingrado y volver a tener la iniciativa estratégica. Alemania necesitaba la victoria como nunca. 

Las regiones de Oriol, Kursk y Bélgorod centraron la atención de los jefes militares nazis. Esta zona conformaba la parte saliente del frente soviético, de unos 150 kilómetros de largo y unos 200 de ancho que los alemanes solían llamar ‘el balcón de Kursk’, y que preocupaba mucho a los enemigos del Ejército Rojo.  

Valiéndose de esta parte saliente, las tropas soviéticas podían atacar el punto donde se juntaban los ejércitos Centro y Sur y romper el frente penetrando en las regiones centrales de Ucrania. Al mismo tiempo, los estrategas de Hitler no podían evitar caer en la tentación de atacar a los destacamentos rusos del Norte y del Sur en la base del “balcón de Kursk” para sitiar y aniquilar a un numeroso grupo de tropas soviéticas que se encontraba allí. A la operación se le dio el nombre de ‘Ciudadela’.  

En la región de la operación estaban concentradas 50 divisiones de la Wehrmacht, 2.700 tanques (la mitad de todos los que estaban en disposición de los nazis en aquel momento) y cerca de 2.000 aviones. El cuerpo de élite de tanques de las SS, incluidas las famosas divisiones ‘Reich’, ‘Grossdeutschland’, ‘Adolf Hitler’ y ‘Totenkopf’, estaba destinado a ser la principal unidad de choque de la operación. Por primera vez se planeaba usar a gran escala los nuevos tanques alemanes Tiger y los nuevos aviones de caza Focke-Wulf 190.

Alemania tuvo que emplear todas sus fuerzas en prepararse para la ofensiva de verano. Se realizó una movilización total. La industria militar estaba operando a plena capacidad.

Los agentes de la inteligencia soviética y británica consiguieron descubrir los planes de Hitler, lo que permitió llevar a cabo los trabajos preparativos a gran escala y concentrar las fuerzas. En tres meses se construyeron ocho líneas de defensa con trincheras, alambradas y campos minados.

El Ejército Rojo disponía de 1,3 millones de efectivos, 3.400 tanques y cerca de 2.200 aviones, superando así el equipamiento de las tropas alemanas. Pero los nuevos tanques rusos T-34 con cañones de 76 milímetros acababan de llegar al frente y la mayoría de los pilotos de tanques soviéticos no tenía experiencia en este tipo de carros de combate. Había problemas también a nivel de altos mandos. A veces los responsables de los Cuarteles Generales no conocían al detalle las características técnicas de los carros de combate que estaban a disposición del Ejército. Además, la comunicación entre las diferentes unidades de tropas no estaba coordinada de manera adecuada: más de una vez los aviones rusos bombardearon a los suyos.

Al Alto Mando del Ejército Rojo le llevó un tiempo determinar la táctica a emplear en la operación militar. Finalmente, optaron por seguir el criterio de Zhúkov y Vasilevski, que insistían en que primero había que agotar las fuerzas del enemigo durante la defensa, antes de emprender la contraofensiva. En el transcurso de la guerra hasta aquel momento, las tropas soviéticas no habían podido bloquear ni una sola vez el ataque de los tanques del enemigo apoyado por la aviación en la primera línea de la defensa. Esta vez tenían que conseguirlo para evitar la derrota y que un millón de soldados rusos se vieran cercados, lo que en aquel momento sería una catástrofe para la URSS. Ambas partes apostaron mucho por esta operación.

Al amanecer del 5 de julio de 1942 los alemanes atacaron a las tropas soviéticas al mismo tiempo por el Sur y por el Norte. El Gran Cuartel General ruso sabía la hora exacta del inicio de la operación cinco días antes de la batalla. Por lo tanto la ofensiva de la Wehrmacht no se desarrolló de acuerdo con el plan previsto por los alemanes.Las divisiones nazis que avanzaban para ocupar las posiciones fueron atacadas por la artillería rusa y sufrieron pérdidas. Sin embargo, no se logró detener la ofensiva: los Tiger seguían haciendo brechas en las fortificaciones soviéticas. Los tanques alemanes, que tenían cañones más potentes con capacidad para alcanzar distancias más largas, rompían el blindaje de los carros de combate rusos sin sufrir daños.

La primera semana de la batalla era la prueba más dura. No se logró detener al enemigo en la primera, ni tampoco en la segunda línea de defensa. La situación era casi crítica.

De los recuerdos de M. Abdulin (‘160 páginas del diario de un soldado’):

 “Nunca, ni antes ni después de esta batalla, vi tal cantidad de artillería. Los jefes de las divisiones de artillería de diferente calibre tardaban en encontrar la posición de fuego ya que tenían que tener en cuenta la posición de las divisiones vecinas y no molestarles durante el ataque. ¡Los artilleros no cabían en el campo de batalla!

El estruendo de cañones no paraba ni un solo minuto desde la mañana y hasta la noche. A causa del hollín, nosotros, la infantería, parecíamos unos fogoneros echando sin cesar carbón al fogón, en medio del  humo de los tanques incendiados, las explosiones de proyectiles, el  fuego de todo tipo de armas... Brillaban el blanco de los ojos y los dientes... Cada uno, cubierto de sudor, hacía su trabajo en su trinchera, en su metro cuadrado de tierra, como en un taller gigante, sin miedo ya, abandonándose a las manos del destino: me matan o no me matan. En una batalla tan feroz es imposible preservarse, y las manos hacían lo necesario casi automáticamente.

Al retroceder los nazis, volvieron a atacar nuestras posiciones con mayor fuerza, pero sin éxito. ¿Cuántas veces al día? Unos en contra de los otros. ¿Quién va a poder con quién? Chocaron dos potencias, dos fuerzas.

En el cielo también durante todo el día hay combates aéreos. Caen miles de pedazos de proyectiles y balas. Aquí mismo cada dos por tres aterrizan los pilotos nazis y los nuestros. Muchas veces hemos visto como los pilotos continúan la lucha disparándose los unos a los  otros con pistolas mientras están descendiendo a tierra. Hay que ayudar pero ¿cómo? Si nuestros paracaídas tuvieran una estrella pintada o fueran todos del mismo color”.  

Los alemanes lograron introducir una cuña en el frente soviético e incluso sitiar a varias unidades militares. El 8 de julio, a causa del anticipado y mal preparado intento de emprender una contraofensiva, algunas unidades de tanques perdieron hasta el 90% de los carros de combate (en total, cerca de 340 tanques), los soldados estaban agotados. El enemigo no sólo no fue detenido, sino que seguía avanzando. Sólo cuatro días después, gracias a los enormes esfuerzos de las tropas rusas, se logró mejorar la situación en esta parte del frente.

El 12 de julio, cerca de la estación ferroviaria de Prójorovka tuvo lugar la batalla que se recoge en todos los manuales de historia como la mayor batalla de tanques de la Segunda Guerra Mundial. En realidad lo que sucedió en Prójorovka no era muy diferente a los días anteriores de lucha feroz. En el transcurso de una semana ‘las batallas de Prójorovka’ tenían lugar casi a diario en el flanco sur del ‘arco de Kursk’. La importancia que más tarde le dieron a esta batalla en concreto se debe a una coincidencia de circunstancias y a una serie de falsedades históricas.

La batalla de Prójorovka se desarrollaba según el plan del combate del 8 de julio. Por lo visto, los jefes del Frente de Vorónezh no sacaron conclusiones de los acontecimientos anteriores. Esta fue la causa principal de las enormes pérdidas sufridas por las tropas soviéticas el 12 de julio.

A pesar de las nuevas unidades introducidas en el campo de batalla ese día, por culpa de los alemanes la posición de las tropas rusas era muy incómoda: las columnas de tanques se vieron atrapadas entre el río y el ferrocarril sin posibilidad de desplegarse. Teniendo el doble de tanques que los nazis, el Ejército Rojo no pudo obtener una victoria incondicional. Las pérdidas soviéticas fueron mucho mayores que las del enemigo. Así, sólo en el 5º batallón de tanques, 500 de los 860 carros blindados quedaron fuera de combate. En los informes del 12 de julio del jefe del frente del Sur, Nikolái Vatutin, no hay ni una sola referencia a que se hubiese producido una victoria. Por el contrario, el Frente de Vorónezh necesitaba refuerzos. El 13 de julio llegó a la región Zhúkov.

A pesar de las pérdidas, los alemanes seguían con capacidad combativa. Las batallas cerca de Prójorovka duraron hasta el 16 de julio. Uno de los participantes de aquellos acontecimientos recuerda: “Los nazis necesitan la victoria. Están esforzándose mucho y luchan hasta el último suspiro. Ya empiezo a pensar que cada uno de los fascistas tiene una o dos vidas de reserva. Lo nuestro está claro. Estamos luchando por lo nuestro, en nuestra tierra. ¿Pero por qué los nazis están dispuestos a morir tan fácil? Están muriendo pero vuelven a atacar una y otra vez. Los quemamos, los aplastamos, los volcamos, pero regresan. El Sol se ha vuelto negro en el cielo, el humo de los tanques volcados en llamas quema los pulmones, el metal se está deformando por el  fuego y por las explosiones...”. Al final, los alemanes retrocedieron, pero no por ser derrotados claramente, sino por la imposibilidad de hacerse con el saliente ocupado por las tropas soviéticas. El Ejército Rojo estaba agotado y no pudo iniciar de manera inmediata la persecusión del enemigo.

Durante las tres semanas de batallas en el flanco sur del “arco de Kursk” las pérdidas rusas en muertos y heridos llegaron a más de 185.000 personas. Mientras tanto, el ejército alemán Sur perdió a cerca de 35.000 efectivos. En total, la parte rusa perdió a unas 178.000 personas, mientras que Alemania sufrió 57.000 bajas (según otros datos existentes, cerca de 200.000).

Tras una corta tregua, el Ejército Rojo inició una contraofensiva, como resultado de la cual a principios de agosto fueron liberadas las ciudades de Oriol (‘Operación Kutúzov’) y de Bélgorod (‘Operación Rumiánzev’).

La batalla de Kursk supuso una seria prueba para los soldados soviéticos. Según los documentos secretos revelados recientemente y las últimas investigaciones, la victoria de la URSS no fue tan brillante y evidente. Ha sido una operación militar duradera y extenuante en resultado de la cual la URSS obtuvo la supremacía estratégica. Una situación parecida ya había tenido lugar en la historia de Rusia, cuando las tropas rusas y francesas se enfrentaron cerca de Borodinó en 1812. Hasta el día de hoy la valoración de aquella batalla entre los historiadores militares no es unívoca, pero Rusia salió ganadora en aquella guerra. 

 

No se puede echar la culpa por los fracasos del Ejército Rojo sólo a los jefes militares. En el año 1943 la Wehrmacht representaba una perfecta máquina de guerra, mientras que la mayoría de los jefes militares rusos no tenía suficiente experiencia por aquel entonces. Todos, desde los soldados hasta los generales, combatían como podían cometiendo errores que a menudo se corregían a costa de mucha sangre derramada, gracias al enorme coraje de los soldados soviéticos, autores de la hazaña del ‘arco de Kursk’ que cambió el rumbo de la guerra. 

Los vencidos tuvieron que reconocerlo. Más tarde el mariscal de campo Erich von Manstein, el diseñador y jefe de la ‘Operación Ciudadela’, escribió: “Esta operación ha sido el último intento de conservar nuestra iniciativa en el Este. Tras el fracaso de la misma la iniciativa definitivamente pasó a manos de la parte soviética. Por lo tanto, la ‘Operación Ciudadela’ es un punto clave y decisivo de la guerra en el frente del Este”.

LA BATALLA DE KURSK: ORGULLO Y SACRIFICIO

 

 

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