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'El cazador del glamour' que atraía a sus víctimas con promesas de modelaje y les tomaba horribles fotos antes de matarlas

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En apenas 2 años, Harvey Glatman le quitó la vida a 3 jóvenes, hasta que se encontró con una que luchó incansablemente por su vida y logró que lo arrestaran.
'El cazador del glamour' que atraía a sus víctimas con promesas de modelaje y les tomaba horribles fotos antes de matarlas

La historia de Los Ángeles en los años 50 se vio marcada por un hombre de aspecto inofensivo que en secreto urdía macabros planes para acercarse a jóvenes modelos y aspirantes a estrellas. Se trata de Harvey Glatman, quien hoy es recordado como el 'cazador de chicas glamurosas', debido a su método basado en camuflar sus crímenes bajo la apariencia de un fotógrafo profesional que buscaba nuevos rostros para portadas y sesiones artísticas.

En 1957, Judy Ann Dull, modelo de 19 años, recibió una llamada prometedora de un hombre que decía llamarse Johnny Glinn, que le ofrecía 50 dólares por posar para una revista. Sus compañeras de apartamento en West Hollywood, que también eran modelos, no vieron nada extraño en aquel visitante de aspecto corriente.

Cuando Dull salió de casa, nadie imaginaba que sería la última vez que la verían con vida. Lo que ella encontró en el "estudio" de Glinn no fue una sesión fotográfica, sino una trampa cuidadosamente preparada. La joven fue sometida y obligada a posar en condiciones humillantes antes de ser asesinada y abandonada en el desierto.

Sus amigas intentaron llamar al número que el supuesto fotógrafo había entregado, pero no existía. El cuerpo de Judy sería hallado meses más tarde. Mientras la Policía intentaba seguir pistas inconsistentes, Glatman decoraba una de las paredes de su apartamento con fotografías de la joven y comenzaba a buscar nuevas víctimas. Su estrategia variaba, pero el patrón siempre coincidía: mujeres jóvenes, modelos o aspirantes, a las que convencía para supuestas sesiones de fotos.

En marzo de 1958, volvió a actuar. Esta vez con Shirley Bridgeford, una secretaria y madre de dos niños que buscaba compañía en un club de citas. El hombre, que se presentó como George Williams, la invitó a salir y, luego de la cita, Shirley nunca regresó. Su destino terminó siendo el mismo que el de Judy.

Poco después, desapareció Ruth Mercado, una bailarina recién llegada de Nueva York. El casero de su pensión reportó su ausencia tras cuatro días de no verla. Al ingresar a su habitación, encontró a su perro y a dos pájaros al borde de la muerte, abandonados sin agua ni comida. Su cuerpo fue hallado oculto bajo la maleza en un área remota.

Su última víctima 

En octubre de 1958, Glatman llamó a Loraine Vigil, una joven modelo que acababa de inscribirse en una agencia. Según le dijeron, había conseguido a su primer cliente y este pasaría a recogerla en su auto para una sesión fotográfica en su estudio. En el camino, todo parecía normal hasta que Glatman comenzó a acelerar y dejó de responder a sus preguntas.

En un momento, detuvo el vehículo, bajo la excusa de que creía tener una llanta pinchada, y poco después la apuntó con un arma. Sin embargo, Loraine estaba decidida a luchar por su vida y, luego de un largo forcejeo, logró quitarle la pistola. Posteriormente, un coche patrulla apareció por la carretera. Los agentes arrestaron al hombre, poniendo final a sus meses de haber sembrado terror entre mujeres vulnerables.

Durante el interrogatorio, Glatman confesó los crímenes sin resistencia. Incluso guió a las autoridades a los lugares donde había dejado los cuerpos.

Documentos médicos y policiales muestran que Glatman había mostrado comportamientos perturbadores desde la infancia, incluyendo juegos obsesivos con cuerdas, fobias sociales, acoso a mujeres, robos de armas y episodios de agresión. Había sido evaluado por psiquiatras, encarcelado y liberado en varias ocasiones. En todos los informes se repetían palabras como tendencias compulsivas, impulsos sexuales distorsionados y personalidad antisocial.

En diciembre de 1958, tras escuchar su confesión grabada, un juez le impuso la pena de muerte. Fue ejecutado en la prisión estatal de San Quintín (California) en septiembre de 1959, a los 31 años. Su madre insistió hasta el final en que sufría una enfermedad mental, pero los peritos de la época concluyeron que sabía distinguir entre el bien y el mal.

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