En la primera mitad del siglo XIX, los reclamos de un empresario gastronómico francés que vivía en México escalaron de manera impensada hasta provocar un conflicto armado entre ambos países, que fue bautizado como "La guerra de los pasteles".
Y es que, literalmente, el problema comenzó en una pastelería y, aunque no fue el único episodio de fricciones, se convirtió en el detonante más célebre por su carácter anecdótico.
Entre 1828 y 1832, en medio de la inestabilidad política y militar que siguió a la independencia mexicana, un pastelero francés establecido en el entonces barrio de Tacubaya, en la Ciudad de México, denunció que un grupo de soldados mexicanos había consumido sus productos sin pagarlos y había causado destrozos en su local.
El comerciante, identificado en las fuentes como Monsieur Remontel, exigió una indemnización al Estado mexicano.
En ese momento, México estaba inmerso en una compleja etapa postindependentista. A la emancipación de España, que comenzó en 1810 y culminó en 1821, le había seguido el efímero Primer Imperio Mexicano; la redacción de su primera Constitución republicana; un intento fallido de reconquista española; y, años más tarde, la independencia de Texas.
México era un país en formación, vulnerable a las presiones de las potencias europeas. Francia encontró en la historia del pastelero —y en otros reclamos presentados por ciudadanos franceses— un pretexto diplomático para amenazar con una guerra.
El historiador Luis A. Salmerón recuerda que, en 1838, una década después de los incidentes en la pastelería, el barón Antoine-Louis Deffaudis, ministro plenipotenciario del rey francés Luis Felipe I, presentó al presidente mexicano Anastasio Bustamante un ultimátum: Francia exigía el pago de 600.000 pesos como indemnización por los daños sufridos por sus ciudadanos, una suma que el Gobierno mexicano consideraba desproporcionada.
Tensión y ataque
Francia sumó otros reclamos, entre ellos el de un carnicero al que supuestamente las autoridades mexicanas le habían decomisado cerdos enfermos, así como casos más graves, como el linchamiento de comerciantes franceses y el fusilamiento de aventureros galos. También demandaba la liberación de un ciudadano francés preso por asesinato.
Pero Francia no quería solo dinero. También pedía la firma de un tratado comercial totalmente desventajoso para México, que se negó a ceder a las presiones.
En respuesta, en abril de 1838, una escuadra de la Marina Real Francesa bloqueó el puerto de Veracruz e impidió la salida de los barcos mexicanos, lo que provocó graves daños al comercio del país y, por ende, a su economía.
Las fuerzas francesas estaban bajo el mando del almirante Charles Baudin. La tensión terminó de estallar el 27 de noviembre de 1838, cuando los franceses abrieron fuego contra territorio mexicano y bombardearon el fuerte de San Juan de Ulúa.
Las agresiones se prolongaron durante varios meses, hasta que el 9 de marzo de 1839 se firmó un tratado de paz en el que México se comprometió a pagar la indemnización exigida —que consideraba injusta—, pero logró evitar la imposición del tratado comercial inequitativo que pretendía Francia.
De esta manera terminó la primera intervención francesa en México. La paz duraría poco más de dos décadas, porque en 1861 Francia atacó nuevamente al país y logró imponer la monarquía de Maximiliano de Habsburgo. Pero esa ya es otra historia.