Él fue el único soldado estadounidense que luchó contra el fascismo tanto en el ejército norteamericano como en el soviético.
En 1944, paracaidista Joseph Beyrle tenía 20 años y luchaba en el frente francés. Durante una de sus misiones los nazis lo apresaron y el soldado pasó 7 meses en 7 campamentos de prisioneros diferentes.
Dos veces intentó escapar pero lo capturaban. Tras el segundo intento cayó en manos de la Gestapo, ahí conoció por experiencia propia los crueles métodos de la policía secreta. Lo interrogaron y torturaron pero pudo sobrevivir.
“Alguien del cielo me estaba protegiendo. Sabía que todavía no había llegado mi hora”, dijo Joseph.
Mientras tanto, debido a un error, su familia en Estados Unidos recibió la noticia trágica de que él había muerto durante una operación militar.
Cuando logró escapar de su último campamento de prisioneros en Polonia en 1945, esperaba reunirse con su ejército, pero en vez de eso se topó con un batallón soviético de tanques. “Sabía sólo tres palabras rusas y las repetía: 'Soy aliado americano, soy aliado norteamericano'”, recuerda el paracaidista.
Joseph logró convencer al mando militar de que le dejara luchar a su lado contra los nazis. Pasó un mes en las filas soviéticas e incluso liberó a los que estaban cautivos en el lugar donde él había estado semanas atrás. También su experiencia de minador les sirvió a los tanquistas soviéticos.
Al ser atacado el grupo por bombarderos, Joseph recibió graves heridas y fue enviado a un hospital donde le sonrió la fortuna y encontró al mariscal Gueorgui Zhúkov.
Joseph escribe en sus memorias sobre el encuentro: “En cuanto supo que yo era un prisionero de guerra norteamericano fugitivo preguntó si me estaban tratando las heridas, se enteró de mi familia, de donde me habían capturado y si podía ayudarme. Le dije que había perdido todos mis documentos de identidad”. El día siguiente Joseph recibió un papel que le identificaba como paracaidista estadounidense y prestaba ayuda para llegar a Moscú.
En Moscú fue interrogado escrupulosamente en la Embajada de EE. UU. ya que Joseph R. Beyrle estaba registrado como fallecido en Francia en junio de 1944.
Regresó a su nativo Muskegon, Michigan, en abril de 1945. Al año siguiente se casó en la misma iglesia donde el mismo cura había celebrado la misa por su reposo eterno dos años atrás.
Su único servicio le trajo honores de ambas naciones. Los presidentes de EE. UU. y Rusia, Bill Clinton y Boris Yeltsin, respectivamente, le otorgaron medallas en 1994.
Murió en 2004 a los 81 años.
Desde la derrota de la Alemania nazi ya han pasado 65 años, pero la historia de este héroe de la Segunda Guerra Mundial sigue vigente. Su valentía y coraje aún inspiran a los jóvenes y su aventura es ejemplo de las grandes hazañas humanas.
John Beyrle, hijo del heroico paracaidista y actual embajador de EE. UU. en Rusia, recuerda que fue su padre quien le inculcó el respeto y la admiración por Rusia.
“Estoy convencido de que cuando los norteamericanos y los rusos tratan realmente de solucionar juntos algún problema no hay nadie que pueda impedirlo. Ahora en el siglo XXI hay muchos retos: el terrorismo, la proliferación de armas de exterminio masivo, hasta el cambio climático. Son tareas globales que requieren de una cooperación conjunta. Creo que la experiencia de mi padre me enseñó cómo hacer mi trabajo más eficaz”, expresó el embajador.
Una exposición dedicada a la legendaria vida del paracaidista Joseph Beyrle se inauguró en San Petersburgo en febrero. Desde allí partirá a varias ciudades rusas y de EE. UU. Ella cuenta con más de 260 objetos: medallas, condecoraciones, fotografías y documentos secretos.