Fueron más de 26.000 efectivos los que el ejército de Estados Unidos envió al pequeño país centroamericano como "último recurso" para lanzar un ataque masivo contra Noriega y sus hombres, tras los fallidos intentos políticos y las sanciones económicas de Ronald Regan (1981-1989) para presionar su salida del poder.
Las Fuerzas de Defensa de Panamá (FDP), comandadas por Noriega con solo 12.000 efectivos y el apoyo de los denominados Batallones de la Dignidad, civiles entrenados y armados por los militares, no pudieron resistir el fulminante y masivo ataque estadounidense, que causó un número hasta ahora desconocido de millares de muertos y cambiaron radicalmente la historia del país.
Las fuerzas de Noriega fueron atacadas con modernos armamentos que Estados Unidos estrenó en Panamá, como el llamado avión furtivo o invisible (F-117 Nighthawk) y el helicóptero AH-64 Apache, entre otros, que después utilizó en la guerra del Golfo Pérsico (1990-1991).
Ronaldo Ortiz, testigo de aquél operativo, opina que Washington ejecutó una medida que no debería haber iniciado y que, después de 25 años, su actitud no ha cambiado.