Confeccionar bloques de cemento, pintar repuestos de un auto o cocinar alimentos para su posterior venta. Todas esas actividades coexisten en el seno de la Unidad Penitenciaria Punta de Rieles, en las afueras de Montevideo, que alberga a 600 personas y busca la resocialización sin violencia.
Concepto de la cárcel como un pueblo
"Nos gusta pensarla más como un pueblo, que tenga una dinámica de vida lo más parecido posible al exterior", explica Rolando Arbesún, director del complejo. "Eso implica un volumen de trabajo bastante importante, actividades muy importantes, pero también mucha presencia del afuera, del mundo externo de la prisión dentro de Punta de Rieles. Porque si uno está preparando a estos hombres para que vivan en libertad, hay que prepararlos en un escenario que se parezca lo más posible dentro de las limitaciones de lo que se pueda hacer en una prisión”.
El objetivo es humanizar la cárcel
Inaugurada en 2010, es el primer presidio en Uruguay dirigido por personal no vinculado a las fuerzas armadas. En su interior es común ver a trabajadoras sociales que conviven con los presos y los ayudan a resolver sus problemas. El objetivo es, no solo preparar al interno para la vida exterior, sino humanizar la cárcel.
"El delito, al ser tan individualista, genera muchas dificultades para que la gente entienda que es posible vivir de otra manera. Por eso el concepto de pueblo. En la misma medida en que se van desarrollando estas actividades, se hace un proceso de socialización que de alguna manera recomponga la ruptura de todos los vínculos que ellos han tenido hasta el momento en que llegaron acá", recalca Arbesún.
Cárcel con mínima presencia policial
Ninguno de los internos puede estar quieto: las actividades van desde practicar un deporte hasta colaborar en un taller de radio. Todos tienen la obligación de respetarse y con creatividad desarrollar el mejor sistema de convivencia ciudadana con mínima presencia policial y sin la circulación de dinero legal.
"En este caso tengo un ticket de $60, un familiar vino y le dejó (a un preso) eso para una cena", cuenta Fabián Rodríguez, que trabaja en una panadería dentro de la cárcel. "Él viene con el ticket que es como el dinero y me compra. Yo tacho y si el ticket queda eliminado como en este caso, me lo quedo para que conste en la tesorería y finalmente poder retirar el efectivo".
"Te da una posibilidad de crecimiento como persona porque también te brinda la oportunidad de tener contacto con las personas que vienen. Ahora estamos esperando la visita de Mujica y todo eso te da otra forma de pensar", comenta Rodolfo Mella, abogado preso que colabora en la radio de la cárcel.
Punta de Rieles como una "oportunidad de vida"
Unos 33 emprendimientos laborales forman parte de la fisionomía de esta cárcel pueblo. Desde la primera constructora de un preso inscripta en el sistema impositivo local hasta un almacén de ramos generales, son tan solo algunas de las iniciativas que les permitieron enterrar los tiempos del delito.
"Yo te definiría a Punta de Rieles como una oportunidad de vida. Acá en Punta de Rieles no te cierran las puertas, te dan una mano. Quien quiera salir adelante con trabajo y esfuerzo, sale adelante", dice Núñez Cruz, presidiario y dueño de una empresa constructora.
Por su parte, Arturo Correa, que trabaja en un comercio de alimentos elaborados, opina que "de esta forma nosotros podernos reintegrarnos a la sociedad sin problemas, sin tener apremios económicos. Porque para quien está privado de la libertad como yo, que llevo 13 años detenido, se torna muy difícil salir a la calle y poder conseguir un trabajo".
El nuevo sistema muestra resultados formidables
En 2007, un informe de la ONU denunció condiciones de detención inhumanas y hacinamiento en las cárceles uruguayas.
Tres años después se aprobó una ley de emergencia que propició la construcción de nuevos establecimientos. Hoy, de cada 300 liberados de Punta de Rieles, sólo cuatro regresan a la delincuencia. Son los resultados de una nueva concepción carcelaria.
Punta de Rieles es un complejo penitenciario, que si bien está rodeado de un alambre perimetral, no vive el encierro como todas las cárceles tradicionales. Aquí conviven almacenes, panaderías, una huerta y hasta una radio comunitaria como si fueran actividades típicas de un pueblo.
Precisamente eso se intenta replicar: la estructura de una ciudad donde los presos son parte activa de su funcionamiento. El resultado es formidable, no solo muchos aprenden un oficio, sino que sucede algo más importante: se brinda una nueva chance para transformar el pasado oscuro en un futuro en libertad muy prometedor.