Pekín tiene un comodín en este tema, que se resume en su influencia sobre Pakistán, sin cuyo apoyo los talibanes no durarían mucho tiempo, según el periodista Alain Frachon, exdirector de 'Le Monde'.
Por lo general, explica Frachon, China está centrada en su política interna, pero en su plan de revivir la Ruta de la Seda, no puede prescindir de Afganistán. Y en el siglo XXI, el gigante asiático no utiliza las caravanas, sino cuantiosas inversiones, tanto políticas como económicas.
"Las compañías chinas están cada vez más involucradas en el complejo minero de Afganistán. Además, a Pekín le interesa la lucha contra las amenazas transfronterizas de los islamistas, y necesita el apoyo de Kabul, a la luz del sentimiento separatista en las áreas musulmanas chinas", escribe el periodista.
SEPA MÁS: El presidente de Afganistán asegura que es hora de 'pedir perdón' a los talibanes
China se ha comprometido a garantizar que en Afganistán no se repita el escenario de Irak después de la retirada de EE.UU. Por esta razón el nuevo presidente de Afganistán, Ashraf Ghani, no se desplazó a Washington en su primer viaje oficial al extranjero, sino que visitó Pekín. Pero China también recibió a la delegación de los talibanes afganos, a quienes persuadió de buscar negociaciones con el Gobierno e incluso ofreció su territorio para celebrar dichas reuniones.
En estos momentos EE.UU. intenta retirar sus tropas de Afganistán. Y China, a su vez, trata de negociar con el patrocinador principal de los talibanes, Pakistán. Según Frachon, Pekín comunicó a Islamabad, su aliado más cercano, que los talibanes no deberán llegar al poder en Afganistán. Washington tenía el mismo objetivo, pero China cuenta con más recursos para ponerlo en práctica, escribe el diario.
Pekín se ha convertido en el primer proveedor de armas de Pakistán y en el principal inversor en sectores clave de la economía.
Por estas razones, entre otras, Frachon señala que Pakistán podría cambiar su política, lo que traería la paz a Afganistán.