La campaña de reparto de propiedad de oligarcas en Ucrania está acelerando el ritmo y el primer sector sujeto a cambio de propietarios es el de la energía nuclear, asegura un artículo del portal informativo KM.
El hecho de que Washington quiera tomar el mando de esta industria lo refleja una serie de hechos:
- Piotr Poroshenko, el actual presidente ucraniano, actuando con el 'beneplácito' del embajador estadounidense en el país, privó a Ígor Kolomoiski, exgobernador de Dnepropetrosvk y propietario de Privat Bank, uno de los mayores bancos ucranianos, de la mayor empresa de procesamiento de uranio, así como del mayor yacimiento de uranio del mundo, con reservas de 130.000 toneladas.
- El Gobierno encabezado por el testaferro estadounidense Arseni Yatseniuk decide ampliar la capacidad de producción de uranio de 800 a 6.500 toneladas, hecho que convertiría al país en el tercer productor del mundo.
- La compañía estadounidense de tecnología nuclear Westinghouse Electric Company anunció su intención de construir una planta para producir combustible nuclear en Ucrania (actualmente las centrales nucleares ucranianas usan barras de combustible fabricadas en Rusia y fueron diseñadas para ello).
- Otra empresa de los Estados Unidos, Holtec Internacional, cierra un contrato con la empresa de energía nuclear nacional para construir en Ucrania un repositorio centralizado de combustible nuclear usado.
En su conjunto, estos hechos sugieren la intención de Washington de tomar el control de toda la cadena energética: desde la extracción del uranio hasta la distribución de la electricidad.
Si Estados Unidos prospera en su empeño, estaría a un paso de crear un cártel gigante en el campo de la energía nuclear, con capacidad de exportar electricidad a países de Europa del Este, miembros de la Unión Europea. Y a través de la presión y el chantaje Washington espera parar los proyectos en energía nuclear de estos países.
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Se trata, ante todo, de la construcción de nuevas instalaciones de energía nuclear en las plantas de Mochovce (Eslovaquia) y Paks (Hungría), que se lleva a cabo en cooperación con la empresa estatal rusa Rosatom, y la puesta en marcha de nuevos reactores en la planta Temelin (República Checa).
Frustrar estos proyectos en plantas que fueron diseñadas para trabajar con barras nucleares de producción rusa puede que sea el anhelo de Estados Unidos. Y para lograrlo, Washington está dispuesto a hacer caso omiso de los problemas de seguridad.
Se trata de desoír las advertencias de los científicos atómicos de que la transición del sector nuclear de Ucrania a la producción de combustible nuclear de acuerdo con la tecnología de EE.UU. amenaza con un desastre que no afectará únicamente a Ucrania, sino también a regiones enteras de Rusia y la Unión Europea, tal como ocurrió a raíz de la tragedia de la central nuclear de Chernóbil.