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Las armas rusas convencionales más temibles e "infernales"

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Además de misiles balísticos con ojivas termonucleares, Rusia dispone de una serie de sistemas cuyo efecto es comparable al de las armas atómicas, aunque en su mayor parte no contaminan el medio ambiente.
Las armas rusas convencionales más temibles e "infernales"

AVBPM: acrónimo ruso de 'bomba de vacío aérea de potencia aumentada'

En el otoño de 2007, la televisión rusa mostró imágenes de la prueba de la que por ahora es la bomba no nuclear más potente del mundo. Rodeada de secretismo y sin nombre oficial, muy pronto fue apodada por periodistas como 'El Padre de Todas las Bombas', en alusión al apodo de la conocida bomba estadounidense GBU-43, 'La Madre de Todas las Bombas' ('Mother Of All Bombs', manera irónica de llamar al 'Massive Ordnance Air Blast', nombre oficial de este artefacto).

Sin embargo, en comparación con su análogo estadounidense, el artefacto ruso, aunque de peso menor (debido al uso de nanotegcnología), es cuatro veces más potente, pudiendo arrasar un territorio cuatro veces mayor.

Hasta la fecha ni la designación de esta munición ni su fabricante se han dado a conocer, como tampoco el número de unidades producidas. Tampoco existen evidencias de que los bombarderos estratégicos rusos más avanzados, los Tu-160 (uno de los cuales supuestamente llevó a cabo la prueba de este artefacto), estén dotados de instalaciones para su lanzamiento. La bomba rusa posee un radio de destrucción completa y una temperatura en el epicentro dos veces mayor.

Varios especialistas sugieren que, una vez modificada, esta munición podría convertirse en la ojiva no nuclear más poderosa del misil balístico RS-28 Sarmat, cuyas pruebas de lanzamiento comenzarán en 2017.

El 'incontestable' Iskander

Los misiles del sistema de medio alcance Iskander cuentan con dos tipos de municiones: las nucleares y las termobáricas. Sin embargo, lo que los hace más temibles es la imposibilidad técnica de derribarlo, pues siempre alcanzan su objetivo programado. Es precisamente esta inevitabilidad del ataque lo que más temen los potenciales enemigos de Rusia.

El misil del sistema vuela muy rápido (a una velocidad de cerca de 5.000 kilómetros por hora) y a alturas muy bajas o muy altas, en función de su versión y del blanco del ataque. Todas sus partes sobresalientes se separan inmediatamente durante la toma de altura, mientras que su superficie nanoestructurada los hace  indetectables ante los radares enemigos. Al acercarse a su blanco, el misil genera interferencias activas para los sistemas de defensa antimisiles y lanza numerosos señuelos.

Sin embargo, esta no es su ventaja principal, ya que en el tramo final de su trayectoria los Iskander realizan maniobras impredecibles con sobrecargas de 20-30 G. Y si presuponemos que la defensa aérea logra detectar este misil y lanza un antimisil para derribarlo, este misil interceptor debería maniobrar de una froma dos o tres veces más enérgica. Sin embargo, la aparición de antimisiles con estas características es inviable en un futuro previsible.

La 'infernal' instalación lanzallamas Buratino

El estreno mundial de la pesada instalación lanzallamas autopropulsada TOS-1 Buratino tuvo lugar en 2000, durante al asalto a la localidad Komsomolskaya, uno de los baluartes de los islamistas radicales en el Cáucaso del Norte. Las imágenes de su actuación fueron publicadas en todo el mundo y los terroristas hechos prisioneros hablaron de un 'fuego infernal'. En aquel momento TOS-1 Buratino ya llevaba 15 años de existencia en los ejércitos soviéticos y rusos, desde la guerra en Afganistán.

Los misiles termobáricos con líquido inflamable de Buratino no vuelan lejos y su alcance no supera los 6 kilómetros porque la mayor parte de los tres metros que miden estos  misiles no la ocupa el motor, como en el caso de lanzamisiles múltiple Smerch o Tornado, sino la carga explosiva. El misil explota por encima de su objetivo formando una nube de aerosol incendiario que se activa enseguida, anulando cualquier opción de salvación para los que se encuentran en esta zona.

Las fortificaciones, trincheras y altibajos del terreno no suponen un obstáculo para que la niebla explosiva penetre en todas partes. La temperatura en la zona de la explosión alcanza los 2.000 grados, toda forma de vida se reduce a cenizas, mientras que los equipos y edificaciones afectados ya nunca podrán ser restaurados. Ante todo la instalación resulta eficaz en las zonas montañosas.

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