Los 5 mitos sobre los ataques nucleares a Hiroshima y Nagasaki
Gregg Herken, profesor de Historia de la Universidad de California, ha arrojado luz sobre los cinco mitos más divulgados a ese respecto en un artículo para 'The Washington Post'.
La bomba puso fin a la guerra
La idea de que las bombas nucleares motivaron la rendición de Japón el 15 de agosto de 1945 ha sido para muchos estadounidenses el conocimiento predeterminado de cómo y por qué la guerra terminó.
Pero los recientes y mejores estudios basados en documentos nipones concluyen que la inesperada entrada de la URSS en la guerra contra Japón el 8 de agosto fue, probablemente, un golpe aún mayor para Tokio que el bombardeo de Hiroshima dos días antes.
Hasta entonces Japón esperaba que los rusos pudieran ser intermediarios en las negociaciones para poner fin a la guerra.
La bomba salvó a medio millón de estadounidenses
El expresidente Harry Truman citó en sus memorias a los militares, quienes le dijeron que medio millón de estadounidenses habrían muerto si la invasión de Japón hubiera tenido lugar.
Esta cifra ha sido canónica para aquellos que justifican el bombardeo atómico. Sin embargo el historiador Barton Bernstein señala que el mando militar estadounidense predijo a mediados de junio de 1945 que la invasión de Japón, fechada para el 1 de noviembre, resultaría en 193.000 víctimas de EE.UU., incluidas 40.000 muertes.
Invasión de Japón como la única alternativa a la bomba
Habitualmente se mencionan dos opciones para el fin de la guerra: arrojar la bomba o desembarcar en las costas de Japón.
No obstante, además de simplemente continuar los bombardeos convencionales y el bloqueo naval de Japón, existían dos opciones más reconocidas en aquel momento.
La primera era mostrar el poder de la bomba atómica antes, y en vez de usarla militarmente, por ejemplo, realizar una prueba en una isla deshabitada o en un desierto, invitando a observadores de Japón y otros países a la demostración.
La segunda opción era aceptar la rendición con condiciones de Japón, siendo la más importante que el emperador Hirohito no fuera tratado como criminal de guerra. Dicha condición inicialmente rechazada, de hecho fue satisfecha tras la rendición de Tokio.
Los japoneses fueron advertidos
EE.UU. lanzó octavillas sobre muchas ciudades japonesas, instando a los civiles a que huyeran, antes de atacarlos con bombas convencionales. Las octavillas advertían de una "destrucción rápida y completa" y "lluvias devastadoras desde el aire, nunca antes vistas en la Tierra".
Estos hechos frecuentemente se citan en debates sobre el bombardeo atómico. Sin embargo, ninguna de las ciudades escogidas como objetivo de ataque nuclear fue advertida antes.
La omisión fue deliberada: impedir que las defensas interceptaran los aviones portadores de bombas nucleares.
La bomba se usó en tiempo oportuno para obtener una ventaja diplomática sobre Rusia y resultó ser un as en la manga al inicio de la Guerra Fría
Este argumento ha sido el fundamento de la historiografía revisionista: que el uso de la bomba antes de que la URSS entrara en el conflicto con Japón habría reducido el papel de los últimos en el arreglo de la posguerra, e impresionaría a los rusos con su poder destructor.
En realidad, fue la planificación militar, más bien que motivos diplomáticos, lo que dictó el uso de las bombas, lanzadas en cuanto estuvieron listas.
En torno al "as en la manga", el entonces secretario de Estado, James Byrnes, regresó de la primera reunión de posguerra de cancilleres, celebrada en Londres en septiembre de 1945, lamentando que los rusos eran "tercos, obstinados y no tenían miedo".