El 12 de agosto de 2000, Rusia vivió una de las peores tragedias relacionadas con los submarinos de su historia: el submarino atómico Kursk, también conocido como K-141, se hundió en el mar de Barents cobrándose la vida de los 118 miembros de la tripulación.
San Petersburgo y, concretamente, la catedral de San Nicolás de los Marineros es uno de los lugares donde se realizan los actos conmemorativos de la tragedia. En vísperas de esta fecha trágica, RT ha podido conversar con algunos de los familiares de los marineros perecidos que han compartido sus emociones.
"Después de la muerte de mi marido me sentí sumergida en un vacío negro", cuenta Natalia Yerájtina, viuda del primer lugarteniente Serguéi Yerájtin. "Durante un tiempo tuve una depresión muy fuerte, muy larga, pero tenía que seguir viviendo", añade. "Antes teníamos una familia muy feliz, nació nuestra hija Cristina, Serguéi la quería con locura, me ayudaba con todo, ni me dejaba despertarme por la noche para atenderla", relata.
"Desde mi infancia y hasta ahora mi padre ha sido siempre un héroe para mí. Es la sensación de orgullo que tengo desde mi niñez, desde el momento en el que lo ví con el uniforme hasta el momento que supe la noticia de su muerte", confiesa su hija Cristina. "Aunque no esté, siempre tengo la sensación de que vela por mí y me cuida. Nos quería con locura a mí madre y a mí. Fue una persona cariñosa que su amor alcanzaba a todo el mundo", agrega.
El Kursk se hundió a una profundidad de 108 metros en el mar de Barents mientras participaba en unas maniobras navales. La tragedia llamó la atención del mundo entero, ya que se trataba de uno de los submarinos más avanzados y modernos de la flota rusa.
El submarino K-141 Kursk de clase Oscar-II era el orgullo de la flota rusa, al simbolizar el poder y la fuerza de la Armada.Tenía dimensiones de un estadio de fútbol y la altura de un edificio de ocho pisos. Tras ser botado en 1994, en el momento de la tragedia el submarino atómico, que medía 154 metros de largo, había estado en servicio menos de seis años.
Aunque se produjeron numerosas especulaciones sobre las causas de la tragedia, según la versión oficial se debió a una explosión en la sección de torpedos. Finalmente, en 2001, este submarino fue reflotado. Así terminó la historia trágica del submarino atómico Kursk.