Poca gente sabe que antes de cada combate librado por las fuerzas de Hitler en Europa durante la Segunda Guerra Mundial en el territorio de Polonia, los Países Bajos, Luxemburgo, Francia y la Unión Soviética operaban sus unidades secretas, que, infiltrándose en filas de los enemigos, realizaban actividades subversivas como la toma y bloqueo de puentes y carreteras claves hasta el momento en que llegaban la tropas principales de Alemania.
Según el artículo publicado en el portal informativo 'Business Insider', dichas unidades ideadas y creadas bajo la gestión del oficial nazi Theodore von Hippel fueron convertidas con la orden del almirante Wilhelm Franz Canaris en el batallón de Brandeburgo una vez su eficiencia hubo sido comprobada en operaciones en Polonia.
Los soldados estaban muy bien entrenados como espías: sabían la lengua, las costumbres y la historia del lugar al que se les destinaba, algo que les permitía infiltrarse en las filas enemigas con mucha facilidad.
Eran tan convincentes que durante la invasión de la URSS un oficial soviético organizó al comandante del batallón de Brandeburgo, Adrian von Folkersam, una excursión por las defensas de la ciudad rusa de Maikop, donde poco después entraron las tropas nazis.
En febrero de 1943, tras el punto de inflexión que supuso la batalla de Stalingrado en la contienda europea, los combatientes de Brandeburgo tuvieron que volver a Alemania para formar una división que ya casi no realizaba operaciones clandestinas sino que luchaba en los combates.
Así, en 1944 cerca de 1800 soldados fueron trasladados de la división Brandeburgo al batallón Jäger-SS, que se encontraba al mando del coronel Otto Skorzeny, mientras otros combatieron en calidad de granaderos Panzer en las tropas de Infantería Motorizada alemana.