El 29 de agosto de 2005, el huracán Katrina, uno de los más destructivos y mortíferos de la historia meteorológica del hemisferio occidental, arrasó la costa sureste de EE.UU. y cambió para siempre el paisaje y su gente.
Los mayores daños ocurrieron en la ciudad de Nueva Orleans (Luisiana), donde murieron 1.500 personas y se inundo el 80% del territorio. Se estima que el Katrina causó daños materiales por valor de 75.000 millones de dólares.
Las impresionantes imágenes de Reuters representan la desolación de Nueva Orleans y su lenta recuperación de la catástrofe.
El gran ciclón tropical fue de quinta categoría, la máxima existente, y sus vientos llegaron a alcanzar los 240 kilómetros por hora.
Las calles estaban casi intransitables por la inundación de las carreteras.
La poderosa tormenta dejó muchos escombros.
Las aguas sacaron ataúdes de sus enterramientos y acabaron flotando libremente en cementerios de la ciudad.
La rehabilitación de la localidad fue posible con la ayuda de muchas personas, entre ellas migrantes que colaboraron en los trabajos de limpieza.
Sin embargo uno de sus participantes, Santos Alvarado, destaca que las leyes que regulan el trabajo de los indocumentados son injustas y perjudican a este colectivo. "La ley de Estados es obsoleta y absurda", indica el trabajador. Santos Alvarado subraya que hay empresarios que amenazan a sus trabajadores con llamar a la Policía o a inmigración por "no pagar por un chocolate de la tienda" mientras que estos mismos patrones, que son "supermillonarios", solo sufrirán la pérdida del valor de la chocolatina. De este modo, "las leyes están diseñadas para favorecer a los bandidos, a los más ricos".