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Los voluntarios pasan a la acción, mientras la UE sigue sin llegar a un acuerdo sobre inmigración

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Mientras algunos Gobiernos optan por levantar más muros e incluso usar al Éjército para frenar la llegada de inmigrantes, la gente común de varias partes de Europa, sorprendida por el flujo abrumador de personas, ha tomado cartas en el asunto. Este reportaje de RT muestra cómo una casa en Croacia se convirtió de repente en un en centro internacional de ayuda.
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En los tres últimos días no paran de llegar donaciones a la casa de José Antonio Espenetra, que se ha convertido en centro de operaciones para ayudar a los refugiados. En este hogar atienden a centenares de personas que se han quedado sin poder pasar de Croacia a Eslovenia. De la noche al día el número de habitantes del pequeño pueblo en el que vive se ha multiplicado por tres.

"De repente, el tren que comunica con Europa pasa a 300 metros de aquí. No dejaron pasar al tren… Vinieron todos aquí. Aquí se presentaron de repente 700 personas", relata José. "¿Y qué hacemos?", se pregunta.

José lleva más de 15 años viviendo en Croacia con su mujer y sus 7 hijos y no para de sorprenderse de la solidaridad que está viendo. "Me está impactando de verdad… Entre ayer y hoy nos han traído un montón de ayuda para poder ayudar al prójimo".

Ante el cierre de fronteras, los refugiados buscan nuevas rutas. En cuestión de horas, una zona limítrofe se convierte en un río de personas. Una de las principales características de estos puntos fronterizos son los voluntarios. Aquí pasan 24 horas al día y no solo dan apoyo material, sino que también ofrecen apoyo emocional a los inmigrantes. Están con ellos en los momentos más tensos, en las situaciones más delicadas, dándoles la bienvenida cuando cruzan una nueva frontera llena de incertidumbres.

Los cooperantes y voluntarios suplen las carencias de los gobiernos. En medio de las largas horas de espera, unas voluntarias decidieron escribir información sobre los derechos de los refugiados. "No conocen las reglas de asilo ni el doble acuerdo. Les enseñamos cuáles son sus derechos... No saben qué necesitan", explica Haidy, una voluntaria checa.

Otros como Reji, cocinero de origen kurdo, vienen de Suecia. No se lo pensó dos veces. Ahora, cada día cocina para más de 500 personas. "Vimos las noticias y nos entraron ganas de hacer algo. Mucha gente habla, pero hay que ayudar. Nosotros decidimos actuar", dice Reji.

Lo inmigrantes intentan cruzar la frontera de cualquier forma para continuar su camino, y eso a veces lleva asociados costes importantes. A muchas familias les toca separarse. Sin embargo, y a pesar de los obstáculos, muchos son los que llaman la atención sobre la dignidad de los refugiados.

"Viendo la televisión hay mucha gente que puede pensar: 'pobres'. Pero son personas muy fuertes. No es fácil abandonar tu casa, tu hogar…", dice Silvana Radnadovic, cooperante de la Cruz Roja de Croacia. Por eso, muchos de los voluntarios creen que con pequeños gestos su viaje ya mereció la pena. "Dar un poco de cariño, de ayuda, sonreír... Con sonreír ya basta", piensa Sarah, otra voluntaria.

Conscientes del esfuerzo de los voluntarios y cooperantes, muchos de los refugiados aseguran que lo que hacen por ellos nunca se lo podrán devolver.

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