A partir de las 02:11 GMT y durante más de una hora la Luna estuvo en fase de perigeo: el punto más cercano a la Tierra en su órbita. Como resultado, el satélite de nuestro planeta pareció un 14% más grande y un 30% más brillante de lo habitual, con lo que el evento es considerado el más espectacular de la serie de 'superlunas' ocurridas desde abril de 2014.
La Luna además adquiere un color rojizo, debido a que la Tierra toma una posición en una línea recta que conecta al satélite natural y al Sol, y bloquea la luz solar directa. Los rayos que logran alcanzar la Luna, al pasar por la atmósfera de la Tierra, pierden su componente de onda corta. Y el resto de la gama hace que la luna se vea en el cielo de un siniestro color rojo: la 'luna de sangre'.
El fenómeno astronómico podía ser contemplado desde América del Norte y del Sur, Europa, África, Asia Occidental y la zona oriental de Oceanía. La NASA señala que para ello no se necesitaba ningún equipo especial. Según las sugerencias de la agencia norteamericana, para que se aprecie el tamaño record de la Luna hay que grabarla con algún objeto terrestre de fondo.