El informe de Gressel destaca que los analistas occidentales centraron su atención en el proceso de rearmamento del Ejército ruso, uno de los puntos más débiles de su reforma militar. Al poner demasiado énfasis en este factor, los expertos sacaron la errónea conclusión de que las reformas militares de Moscú habían sido, en general, un fracaso.
Sin embargo, los estrategas occidentales omitieron otros puntos clave de la reforma militar rusa, como las mejoras en la formación de los oficiales y la optimización de la estructura del Ejército y del número de personal militar. Todas estas medidas permitieron reducir la burocracia en el senoa de las Fuerzas Armadas y acortar de forma significativa el tiempo de movilización de las tropas.
El estudio indica que el aumento del profesionalismo en el Ejército tuvo un papel importante en su capacidad de emplear en sus maniobras equipamiento militar más complejo y aumentar la disposición combativa de las tropas de élite.
"Las Fuerzas Armadas rusas nunca habían experimentado una transformación tan rápida desde los años 30 del siglo pasado", concluye el informe.