El Pentágono permitió a las Fuerzas Aéreas de EE.UU. iniciar el desarrollo de un nuevo bombardero furtivo en 2011 con la condición de que cada una de las 100 aeronaves no costara más de 550 millones de dólares, u 800 millones, incluidos los trabajos de investigación y desarrollo, recuerda David Axe en su artículo para la agencia Reuters. De este modo, el precio total del proyecto asciende a unos 80.000 millones de dólares.
Los nuevos aviones de ataque deben ser entregados para 2020 y a finales de este año será revelado el contratista que se encargará del proyecto: la empresa Northrop Grumman, que construyó el bombardero B-2 Spirit, o el consorcio conformado por Boeing y Lockheed Martin.
EE.UU. no ha desarrollado nuevos bombarderos durante los últimos 30 años, y el "Pentágono está cada vez más preocupado, ya que su actual flota de 160 aviones de este tipo (B-52 Stratofortress, B-1 Lancer y B-2 Spirit) es vulnerable a los nuevos sistemas antiaéreos de Rusia y China", afirma Axe.
Los nuevos aviones de guerra estarán equipados con armamento de última generación y presentarán una tecnología furtiva, es decir serán 'invisibles' para los radares. Según los planes, los mismos deben ser capaces de volar largas distancias y destruir decenas de objetivos en un solo bombardeo.
Sin embargo, los funcionarios del Pentágono no planean utilizar los nuevos aviones en un combate real, ya que los mismos servirán más bien para la disuasión convencional. "Tomando en cuenta su temible poder destructivo no nuclear, la sola presencia de este tipo de armas hará reflexionar a los enemigos de EE.UU.", explica Axe y añade que el hecho podría ayudar a los diplomáticos a resolver los principales conflictos "sin recurrir a la violencia".