En 2007 el presidente ecuatoriano Rafael Correa decidió no renovar el acuerdo que mantenía con EE.UU. para el uso de la base militar de La Manta. Fue, sin duda, una declaración de intenciones que dejó a Washington sin uno de sus enclaves estratégicos en la región. Sin embargo, ante el nacimiento de estos movimientos, EE.UU. puso en marcha un plan para asegurar su presencia militar. A este respecto, Ana Esther Ceceña, analista internacional y experta en geopolítica y militarización, declara que "en el continente tenemos procesos contrahegemónicos. Es una manera de intimidar a este otro tipo de procesos y de presionarlos, penetrarlos, desestabilizarlos y lograr que se establezcan las condiciones de permisividad casi total".
En este sentido, en 2008 Washington reactivó la cuarta flota del Comando Sur, que llevaba fuera de servicio desde 1950. Posteriormente, en 2009 llegó a un acuerdo con Colombia mediante el que hasta ahora mantiene 7 bases militares en ese país. "Allí era jurisdicción del Estado norteamericano, no del Estado colombiano", comenta la experta Ana Esther Ceceña.
Además, en los últimos meses el contingente militar ha aumentado en Perú. Pese a que el Gobierno asegura que se trata de una cooperación que traerá beneficios para el país, en la calle hay rechazo a la presencia de militares estadounidenses en territorio peruano.
Washington siempre ha tenido un enorme interés por influir en el devenir de América Latina. Durante décadas instauró regímenes y gobiernos afines en el marco del Plan Condor. Posteriormente salpicó el continente de bases militares, todo con tal de controlar esta región de la importancia estratégica para EE.UU.
Algunos analistas van más allá y aseguran que sin América Latina no existiría la hegemonía estadounidense. Ana Esther Ceceña asevera que "es una política disciplinaria por un lado, pero por otro es que este continente es muy rico en materias, algunos recursos naturales que son estratégicos. Y esa es una razón para instalar bases militares o una presencia de militarización con el propósito por un lado de controlar esos territorios y esos recursos y también de inhibir la presencia de competidores en ellos".
Algunos gobiernos ya se han alejado definitivamente de la influencia norteamericana; otros ven con buenos ojos una mayor colaboración en materia de seguridad. Mientras, los ciudadanos temen que América Latina vuelva a convertirse en el patio trasero de EE.UU.