El escaso margen entre los candidatos presidenciales ha abocado al país a una segunda vuelta electoral, lo que representa de por sí un hecho histórico en el país sudamericano. "Estamos viviendo un momento sorprendente. Es una de las particularidades de la historia, de la historia de Argentina y de la historia universal: la sorpresa. Lo previsible, generalmente, es para la peor de las utopías, que es la que desconoce que la historia se moviliza con fuerzas muy complejas", comentó Jorge Edmundo Coscia, exsecretario argentino de Cultura.
Argentina se enfrenta a su primer balotage presidencial. Una mayoría simple sería suficiente para ocupar el sillón de Rivadavia. Por primera vez en su historia se pone en práctica un mecanismo electoral incluido y desechado de la constitución en repetidas ocasiones, y que, finalmente, fue agregado a la Carta Magna en la reforma de 1994, basada en el Pacto de Olivos, firmado entre Raúl Alfonsín y Carlos Menem. La normativa estipula que para acceder a la presidencia del país en la primera vuelta es imprescindible superar el 45% de los votos u obtener más del 40% con una ventaja de diez puntos porcentuales sobre el rival. Un escenario que no se concretó el pasado 25 de octubre.
Si echamos la vista atrás, solo una vez Argentina ha estado tan cerca de una segunda ronda electoral, lo que ocurrió después de las convulsiones económicas que sufrió la nación entre 2001 y 2003.
En aquel entonces hasta cinco jefes del poder ejecutivo ocuparon la Casa Rosada en un período de solo diez días.
El 27 de abril del 2003 se produjo un claro escenario de balotage y, de manera excepcional, se presentaron varias facciones de tendencia peronista. De ellas, el Frente por la Lealtad, de Carlos Menem, y el Frente para la Victoria, de Néstor Kirchner, obtuvieron el 24 y el 22%, respectivamente. Todo se iba a decidir en la segunda vuelta y cada aspirante se veía ganador. Las cartas ya estaban repartidas. Era todo o nada. Sin embargo, el ballotage nunca llegó porque Menem se retiró de la carrera electoral.
"Como decía la compañera Evita: renuncio a los honores y a los títulos pero no a la lucha […]. Hoy más que nunca la Argentina requiere contar con un poder político imbuido de la más plena y transparente legitimidad democrática. Lamentablemente, considero que este objetivo absolutamente necesario no está garantizado con el cumplimiento de la segunda vuelta electoral prevista para el domingo 18 de mayo", dijo entonces Carlos Menem.
Menem, que ocupó la presidencia del país entre 1989 y 1999, alegaba también la existencia de una campaña de difamación y calumnias en su contra. Sin embargo, en el trasfondo de sus denuncias se erigían sondeos que vaticinaban una victoria aplastante de su rival.
Néstor Kirchner, en aquel entonces desconocido en el panorama político argentino a nivel nacional, no tuvo piedad a la hora de calificar la decisión de su rival. "Las encuestas que unánimemente le auguran una derrota sin precedentes en la historia electoral de la república permitirán que los argentinos conozcan su último rostro: el de la cobardía. Y sufran su último gesto: el de la huida", reaccionó Kirchner, dejando así truncada la posibilidad de una segunda vuelta electoral en Argentina. Este 22 de noviembre, el pueblo del país será quien escriba un nuevo capítulo en la historia, cuyo protagonista aún está por definir.