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La suerte variopinta de las 'ciudades fantasma' de Brasil

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En bosques impenetrables de la Amazonia se ocultan ciudades que no pudieron sobrevivir a las fiebres de los recursos naturales, mientras que el destino de otras como Itaborai, vecina de Río de Janeiro, pende de un hilo.

Brasil, país riquísimo en recursos naturales, ha sido la cuna de varias ciudades que, después de alcanzar su apogeo durante diferentes 'fiebres', como la del caucho o la del crudo, se desplomaron económicamente, quedando sus destinos pendiendo de un hilo. En Brasil existen ciudades que pudieron superar la 'resaca' de las fiebres, otras que no lo consiguieron, pasando a convertirse en ciudades-fantasmas, mientras que el destino de al menos una ciudad, Itaboraí, sigue sin estar claro.

Manaos, 'el París de los trópicos'

En la gigantesca región de la Amazonia, el bosque tropical más grande del mundo, creció de manera rampante el así llamado 'París de los trópicos', la ciudad de Manaos, en medio de la fiebre del caucho. Fundada en el siglo XVII, Manaos se convirtió en una perla de la Amazonia a finales del siglo XIX y principios del XX, cuando miles de personas acudieron allí para instalarse y prosperar.

Por aquel entonces en la Amazonia solo crecían plantas, ante todo el árbol hevea, de las que se extraía caucho, material indispensable para las llantas de automóviles. Pese a estar ubicada a 1.500 kilómetros del océano Atlántico y en el corazón del bosque tropical, a Manaos llegaron arquitectos e ingenieros europeos para construir edificios que hasta ahora atraen a turistas de todo el mundo, como el Palacio de Gobierno, el Mercado Municipal o el Teatro Amazonas, donde en su tiempo actuaron estrellas como Enrico Caruso.

Manaos se convirtió en la primera ciudad brasileña con tranvías y luz eléctrica, sistemas de acueducto y alcantarillado. En aquella época Brasil exportaba incluso más caucho que café, aun a costa de las vidas de los indígenas esclavizados, a lo que se unía el auge de los burdeles con prostitutas de todo el mundo.

Sin embargo, a partir de 1912 la fiebre del caucho tocó a su fin en Brasil, después de que los británicos lograran robar de la Amazonia el árbol hevea, que empezaron a cultivar en las colonias africanas y asiáticas, donde estos árboles, gracias a la ausencia de hongos dañinos abundantes en Brasil, producían cuatro veces más látex. Hacía 1923 Manaos se convirtió en una ciudad fantasma y así permaneció hasta 1967, sconla excepción de un pequeño periodo durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el Gobierno la declaró Zona Franca.

Desde entonces la capital del Estado de Amazonas no solo pudo recuperarse, sino que se convirtió en el Polo Industrial de Manaos gracias a su gran puerto, a los flujos turísticos y al área de libre comercio e incentivos fiscales especiales.

El fracaso de Henry Ford

El destino de otras dos ciudades cuya aparición estuvo vinculada al caucho, fue bien distinta. Se trata de Fordlândia y Belterra, construidas en los bosques de Amazonia por el magnate estadounidense Henry Ford para cumplir con las necesidades de su imperio automovilístico e independizarse del monopolio británico y holandés de producción de caucho.

Fordlândia fue fundada en 1928 por Ford, que obtuvo la concesión para 10.000 kilómetros cuadrados en las orillas del Rio Tapajós, en el Estado amazónico de Pará, para establecer allí a 10.000 obreros brasileños y gerentes norteamericanos. El magnate estadounidense invitó a arquitectos e ingenieros, y levantó una infraestructura desarrollada, que incluía hoteles, escuelas, hospitales e incluso piscina y campo de golf.

Sin embargo, hacia 1934 la ciudad terminó siendo abandonada, ya que no contaba con las condiciones necesarias de producción, mientras abundaban enfermedades como malaria. La manera de manejar la producción y de vivir que imponían Ford y sus gerentes estadounidenses incluso provocó una pequeña rebelión entre los obreros brasileños, lo que obligó a intervenir al ejército.

No obstante, Ford no se rindió y en 1933 trasladó la producción a la Belterra, en el mismo Estado de Pará. En Belterra Ford levantó de la nada una nueva ciudad para 7.000 habitantes con infraestructura sofisticada. Allí pudo doblegar a las enfermedades de árboles que afectaban a las plantaciones en Fordlândia, si bien la producción fue muy costosa. Con la invención del látex sintético, la idea, así como la ciudad, fueron olvidadas por Ford y en 1945 las tierras terminaron siendo vendidas a Brasil.

Hoy en día Belterra sigue viva gracias a otros cultivos como la soja o el café, mientras que la aldea estadounidense está siendo restaurada, según LAN. En cuanto a Fordlândia, pese a los varios intentos de hacer oficial su estatus histórico, y pese a 'protagonizar' un libro sobre su historia, la ciudad se encuentra básicamente abandonada y tan solo cuenta con 90 habitantes.

Itaboraí, víctima del crudo

Hoy en día otra ciudad brasileña llama la atención, debido a que está a punto de convertirse en una 'ciudad fantasma'. A diferencia de las tres ciudades anteriores, el auge de Itaboraí no se debió a la fiebre del caucho, sino a la fiebre del oro negro, y no se encuentra en la Amazonia, sino en las cercanías de Río de Janeiro.

En 2006, durante el boom petrolero, el entonces presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, anunció la futura creación de más de 200.000 nuevos trabajos en la ciudad, el doble de los habitantes que tenía en esos momentos, en el marco del proyecto Comperj, que iba a convertirse en el complejo de refinerías más grande de América Latina, según 'Foreign Policy'.

Gracias a los planes de construcción de dos nuevas refinerías y dos plantas petroquímicas, la ciudad se llenó de edificios gigantes para albergar oficinas y nuevos residentes. Sin embargo, a mediados de 2014 el precio del petroleo empezó a desplomarse, y ese mismo año estalló un escándalo de corrupción que afectó al monopolio brasileño del petróleo, el Petrobras, salpicando a los más altos cargos del país, incluida la presidenta Dilma Rouseff. El proyecto fue cancelado de facto y solo se mantiene el plan de construcción de la única refinería.

Los centros comerciales, los gigantescos edificios de oficinas, apodados aquí 'elefantes blancos' y los hoteles están abandonadas, mientras el crimen se descontrola, y la población de la ciudad que se quedó en paro no tiene a dónde ir. La ciudad está buscando cómo independizarse del petroleo, pero ahora no está claro si tendrá éxito, según la agencia IPS.

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