Los pequeños pueblos sirios de Nubl y Zahra, que fueron sitiados durante 3 años y medio pero permanecieron leales al régimen sirio, no atrajeron la atención de los medios internacionales. Sin embargo, muchos habitantes chiitas de estas poblaciones se convirtieron en mártires: 100 de sus niños murieron de hambruna y fuego de artillería, publica 'The Independent'.
Tres semanas atrás ambos pueblos fueron recapturados por el Ejército sirio, la Guardia Revolucionaria iraní y las milicias chiitas iraquíes. Sin embargo, la victoria largamente esperada costó un alto precio a la población.
Nubul y Zahra se encuentran en el norte de Siria, cerca de Alepo. Las banderas de Siria e Irán ahora flamean fuera de las mezquitas dañadas, "un poderoso símbolo de una alianza que llevó a fin años de dolor", escribe el periódico británico. En estos dos pueblos al menos 100 familias son sunitas que en 2012 se refugiaron con sus compatriotas chiitas porque se negaron a vivir bajo el control de los islamistas.
El comandante de policía Rakan Wanous contó que los terroristas del Frente al Nusra amenazaron con matar a todos y usar armas químicas. "Los que me amenazaban con frecuencia pertenecían a mi propia fuerza policial. […] Algunas llamadas [de amenazas] procedían de hijos de mis amigos", contó Wanous al periodista de 'The Independent' Robert Fisk. De sus 15 oficiales, 5 se quedaron con él, y diez se pasaron al Frente al Nusra.
Nubl y Zahra fueron defendidos por sus propios milicianos leales al régimen contando con 5.000 hombres armados con fusiles y lanzacohetes. Los civiles quedaron atrapados en sus casas bajo un fuego permanente, y muchos de ellos ya no esperaban que el terror termine algún día.
Wanous revela que cuando comenzó el asedio, el gobierno sirio suministró a los aldeanos pan, harina y medicamentos, mientras que helicópteros dejaban municiones. Pero el 30 de junio de 2013 llegó un helicóptero y fue atacado con un cohete. El mismo se estrelló y murieron 17 personas a bordo. "Ese fue el último helicóptero que voló en nuestras aldeas", contó Wanous.
Las autoridades afirman que al menos 50 civiles murieron de hambre en estos dos pueblos. Tampoco hubo medicamentos para curar heridas ni combustible ni electricidad. Así, durante más de tres años la gente esperó su destino. Aunque las aldeas fueron liberadas, la feroz lucha contra el terrorismo continúa. Para el Ejército sirio una de las ciudades estratégicas es Alepo. Su toma por las fuerzas del Gobierno podría ser un punto de inflexión en la guerra siria.