En julio se cumplirán dos años desde que Rusia y Europa empezaron a aplicarse sanciones mutuas. Pese a que a Rusia le queda un largo camino por recorrer antes de que consiga sustituir los alimentos sancionados de la UE con producción propia, el país ha aguantado la tormenta de sanciones mejor de lo que muchos esperaban, estima Kenneth Rapoza en 'Forbes'.
Rusia no puede elaborar queso brie o cultivar ciertas frutas, pero sí puede pescar más bacalao y criar más pollos en granjas locales. Asimismo, el Gobierno consigue mantener rublos en el país, mientras que los agricultores rusos hasta cierto punto se alegran por la ausencia de la competencia de Europa y, al mismo tiempo, evitan riesgos de cambio, señala el periodista. Los únicos que cargan con el peso de sanciones son los consumidores, dado que el proceso de la sustitución de importaciones es largo y los precios van subiendo.
Según datos del año pasado, Rusia ha logrado aumentar en un 8,6% la producción de pollo y reducir la importación de quesos hasta un 22% (en 2014 la cantidad de quesos importados vendidos en el país representaba un 40,6%). La inflación se sitúa en un 7,3%, con lo que el Gobierno ruso tiene motivos para pensar que su plan de sustitución de importaciones funciona bien. "En este aspecto sí que Rusia puede vivir sin Europa", dice Rapoza.
El hecho de que Rusia sienta que la sustitución de importaciones de alimentos europeos puede tener éxito significa que es poco probable que Moscú vaya a dar el primer paso hacia el levantamiento de sanciones. "El Gobierno esperará a que primero las levante Europa, y Europa, a su vez, esperará a EE.UU., lo que es poco probable hasta las elecciones presidenciales de 2016", concluye el periodista.