El año pasado Elizabeth Holmes, fundadora de los laboratorios médicos privados Theranos, era para 'Forbes' la mujer estadounidense que se había labrado la mayor fortuna. Ahora en la afamada lista de la revista, Holmes, de 32 años, ni siquiera aparece.
El método revolucionario de análisis de sangre elaborado por la que fue la millonaria más joven de EE.UU. ayudó a su empresa a atraer inversiones y llegar a unos 9.000 millones de dólares de capitalización en 2014.
Desde entonces el negocio tecnológico de la emprendedora, a la que se llegó a comparar con Steve Jobs, ha sido objeto de investigaciones por varias agencias federales. Además, lo acechan rumores sobre la imprecisión de las pruebas realizadas en los últimos dos años, quejas sobre demoras en la publicación de los datos científicos y acusaciones de bajos ingresos.
Tras consultar a una decena de inversores de riesgo y analistas, el medio concluyó que una valoración más realista de la empresa no superaría los 800 millones de dólares, incluidos los 724 millones en inversiones atraídas y la propiedad intelectual.
Con una valoración tan baja, la participación de Holmes, que posee el 50% de las acciones, no vale nada. Y más aún dado que los inversores de Theranos cuentan con acciones preferentes, a diferencia de la fundadora, es decir, que se irán con todo en caso de liquidación de la compañía.