"Nos toca construir un país que no conocemos: un país en paz", recuerda Fernando Rendón, director del Festival de Poesía de Medellín en su estadía en Caracas, donde esta semana se celebra el décimo tercer festival poético mundial.
Puedan demandar al Estado el derecho de vivir en un país y no en un campo de tiro
A sus casi 65 años, tiene vivo el recuerdo del terror. La arritmia cardíaca y la tensión alta fueron la respuesta temprana de su cuerpo a las amenazas de muerte y la persecución. "Una patrulla de la policía estuvo casi tres meses parada al frente de mi casa. Estuve encerrado casi un mes hasta que decidí salir a caminar, pensando que en cualquier momento me iba a pasar algo", rememora en una entrevista con RT.
Eso fue en Medellín, la segunda ciudad más importante de Colombia, donde se reunía con sus compañeros del Partido Comunista e inició, en 1991, una primera afrenta a la guerra en una urbe sitiada por el paramilitarismo: un festival de poesía.
Sin embargo, la reciente firma del acuerdo para el cese de hostilidades entre el gobierno y las FARC-EP le ha devuelto la esperanza de que los colombianos "puedan demandar al Estado el derecho de vivir en un país y no en un campo de tiro". El vuelo rasante sobre la huella de la guerra así lo confirma.
Desde el inicio de esta etapa del conflicto armado, en 1958, se cuentan 8 millones de víctimas, un número que bastaría para poblar ciudad de México. En el inventario del horror hay 100.000 desaparecidos según el comité internacional de la Cruz Roja, 1.800 soldados heridos, 1.500 presos militares, 3.000 de asesinatos a población civil hechos por las fuerzas de seguridad del Estado a cambio de recompensas monetarias –llamados con el eufemismo de "falsos positivos"–, más de 2.000 guerrilleros y unas 716 acciones bélicas, refiere la revista 'Semana'.
"Esa paz está llena de sangre, de cuerpos, de lágrimas. Es duro lo que viene", afirma Rendón.
Punto de inflexión
El jueves pasado, con la firma del acuerdo en La Habana, las FARC hablaron del "último día de la guerra". Pero para el director del Festival y militante comunista, se trata apenas del inicio de la construcción de la paz porque las profundas desigualdades que siguen vigentes en su país y la lucha por la tierra, que dio origen al conflicto, aún no han sido reivindicadas.
"Resolver el problema de la tierra es paz", dice. En Colombia, la pugna bipartidista entre liberales y conservadores trascendió al conflicto armado a mediados del siglo pasado con la plena intervención de la Iglesia católica "a favor del Partido Conservador, hecho que le dio a una justificación religiosa al discurso antiliberal y anticomunista", refiere el informe general del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH).
El verdadero conflicto en Colombia no es entre el gobierno y las FARC sino entre el Estado y la sociedad colombiana
La violencia desatada en esa época se tradujo, indica ese mismo informe, "en la ola represiva contra los movimientos agrarios, obreros y populares urbanos" que defendían el pensamiento político del líder Jorge Eliécer Gaitán, asesinado en 1948.
Por eso, Rendón insiste en que "deben abrirse canales de comunicación entre los movimientos sociales de Colombia, que tienen un cúmulo de demandas y exigencias, para presionar al gobierno a que se dialogue en términos constructivos sobre el desenlace y la solución de los problemas que se viven en los estamentos de la guerra".
En ese proceso, añade, tiene que incluir no solo a los guerrilleros sino "a los sectores violentamente marginados por la guerra" porque "el verdadero conflicto en Colombia no es entre el gobierno y las FARC sino entre el Estado y la sociedad colombiana".
Rendón considera que el punto de inflexión en esa hoja de ruta que deberá recorrerse en los próximos meses es el plebiscito. El mecanismo fue el que trabó el proceso de negociación en La Habana durante semanas pero, al final, las FARC decidieron que aceptarían someter los acuerdos a una consulta, lo que significa un avance clave.
"Hay una mayoría de colombianos que van a votar por el sí al plebiscito y ese va a ser un momento de inflexión en la historia colombiana que mostrará que la mayoría del pueblo quiere la paz. Eso es lo más importante, es la derrota de las fuerzas de la guerra que se han mantenido en mi país", asegura.
La Corte debe aprobar la constitucionalidad de la consulta, en vista de algunos sectores de la oposición han argumentado que sólo pueden someterse a ese mecanismo las políticas del gobierno y los temas que no impliquen reformas a la Constitución y la Ley. Al respecto, el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, ha sido tajante: "Si no se aprueba el plebiscito, volvemos a la guerra".
Pedagogía para la paz
Sin una estrategia pedagógica para la paz y una educación para la reconciliación será inviable materializar el fin del conflicto
El largo historial de acuerdos incumplidos y procesos de pacificación inconclusos son razones que esgrime Rendón para guardar cierto escepticismo, pero su confianza en la movilización popular a favor de la paz y la madurez de los colombianos para afrontar esta nueva etapa le insuflan optimismo.
"La esperanza es más grande que los temores y Colombia cada vez tiene más adeptos al proceso de paz, a pesar de que hay unas fuerzas de ultraderecha en decadencia que quisieran que la guerra continuara", afirma Rendón, que considera que en el camino de consolidación de los acuerdos pasa por hacer de la cultura un vía para la reparación de las víctimas y de la educación "una herramienta para cuidar el espíritu amoroso, poético y creador" de los niños en la primera infancia.
Si no se aprueba el plebiscito, volvemos a la guerra
El reto no es menor si se considera que implica la incorporación de los guerrilleros a la vida política, la desmovilización de cientos de combatientes a la sociedad, el diálogo entre fuerzas políticas que han aplastado las luchas populares y la inclusión de actores armados, como los paramilitares, formados por y para la violencia.
"Sin una estrategia pedagógica para la paz y una educación para la reconciliación será inviable materializar el fin del conflicto. Por eso es tan importante la movilización del pueblo para garantizar que se cumplan los acuerdos, para defender su derecho a vivir en paz, para reescribir la historia desde todos los lados. Esa también es una forma de curación", afirma Rendón. Porque la herida es honda.
Más allá de las numerosas víctimas letales de la guerra, el conflicto en Colombia ha dejado daños emocionales, psicológicos, políticos y socioculturales que persisten en todo el sustrato de la sociedad, especialmente en las comunidades indígenas y afrodescendientes, históricamente marginadas y expoliadas por los actores armados.
La Corte Constitucional de Colombia ha reconocido en los autos 004 del 2009 y 382 del 2010 el riesgo de extinción física y cultural de los pueblos indígenas, mientras que en 2007, el Informe de Desarrollo Humano del PNUD "registró el desplazamiento forzado de 43.630 afrocolombianos y de 20.542 en el 2010", destaca el informe del CNMH.
Pero para Rendón, la caligrafía de la exclusión, el miedo y la violencia solo es superable con el desarrollo "de procesos muy masivos de expresión popular, del abrazo a los enemigos, de la poesía, de las artes, de la vocación de paz".
"El amor cura todas las heridas", agrega.
Cuando le preguntan quién ganó en la guerra en el único conflicto armado que quedaba vivo en la región, no duda: "Aquí no vencieron a nadie, el pueblo es invencible y es su lucha la que ha logrado el acuerdo de paz, así aparezcan dos o tres protagonistas firmando".
Nazareth Balbás