Bañarse en una piedra de joyería de casi 300 metros es posible en plena selva guayanesa, al sur de Venezuela. El lujo es en la Quebrada de Jaspe, ubicada en el Parque Nacional Canaima.
La piedra semi-preciosa es prima del rubí y resulta del híbrido entre el cuarzo y el sílice. La laja bermeja recibe agua pura (y helada) de manantial proveniente del bosque húmedo de casi tres millones de hectáreas, declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco en 1994.
El monumento natural está en la localidad indígena de Santa Cruz de Mapaurí y es conocido como Kako Parú, que en lengua pemón quiere decir "Piedra de fuego", por el rojo característico de la roca. Para llegar hay que recorrer hasta el kilómetro 273 de la Troncal 10, la vía que comunica el sur de Venezuela con el norte de Brasil, y caminar un breve trecho de suelo arcilloso bajo la sombra de árboles milenarios y el asedio de los mosquitos puri-puri.
La superficie jabonosa que tiene la piedra, producto del desgaste del agua, convierte la quebrada en un tobogán natural por el que se deslizan los más de 40.000 turistas que cada temporada se bañan en el Kako Parú, y reciben los "masajes" de las cascadas cristalinas.
El robo a los pemones
Un letrero gigante advierte que está prohibido extraer o rayar la piedra de jaspe. No obstante, la zona tiene una herida gigante que aún no ha sido sanada: la extracción de una roca de casi 30 toneladas, que se encuentra actualmente expuesta en el parque del Tiergarten, en Berlín, Alemania.
La "abuela Kueka" de jaspe, que hace pareja con una piedra similar llamada El Abuelo, fue extraída de Venezuela en 1998, luego que se donara ilegalmente al escultor alemán Wolfang Von Schwarzenfeld, refiere el Ministerio de Cultura.
Los amantes fueron perseguidos y su condena fue vivir abrazados eternamente, convertidos en piedra
Los pemones mantienen una querella, elevada a la Fiscalía General de la República y sostenida por la Cancillería venezolana, para que se devuelva la piedra a su lugar de origen. La etnia afirma que el robo de la Kueka ha sido responsable de los desequilibrios que ha sufrido su tierra desde entonces.
"Para nosotros son más que estatuas esas piedras, porque allí se encuentran nuestros ancestros. Desde que se llevaron a la abuela, el abuelo no ha vuelto a brillar", dijo en 2012 Isabel González, representante del pueblo pemón, citada por AVN.
Según la leyenda, un joven pemón de Taurepán se enamoró de la mujer más bella de la comunidad de Makuxi, y fue tras ella aún en contra del dios Makunaima, que prohibía el cruce entre ambos pueblos.
Los amantes fueron perseguidos y su condena fue vivir abrazados eternamente, convertidos en piedra: son los abuelos de los indígenas pemón. Lo que no separó Makunaima, lo hizo un escultor alemán.
Nazareth Balbás