Conocida mundialmente como la 'Ciudad Maravillosa' por sus famosas playas y parajes exóticos, los turistas que llegan a Río de Janeiro son recibidos con una frase que evoca un escenario totalmente distinto, aunque igual de caluroso: 'Bienvenidos al infierno' reza el cartel con el que la Policía Civil da la bienvenida a la urbe sede de la edición de 2016 de los juegos olímpicos.
La frase, reseñada en una nota de El Confidencial, resume el clamor de las fuerzas policiales de la ciudad carioca, que desde hace varios días desarrollan protestas en diferentes puntos de la ciudad exigiendo el pago de sus salarios y otras reivindicaciones laborales.
La demanda de la Policía al gobernador de Río de Janeiro, Francisco Dornelles, político afín al actual Gobierno interino de Michel Temer, va dirigida a la falta de recursos para el buen funcionamiento del cuerpo policial en labores de custodia y protección, y añaden que los mismos trabajadores han tenido que sufragar reparaciones en unidades y en sus propias comisarias.
La autoridad regional ha pedido al Gobierno central un aparte especial mediante un "decreto de emergencia financiera" para poder saldar la deuda con los policías, así como garantizar la seguridad durante la realización del evento deportivo en agosto.
Sin embargo, más allá del impacto mediático del cartel con la frase infernal colocado por los policías, para muchos la criminalidad desatada en Río hace temer lo peor de cara a los juegos.
Combatir la inseguridad: una carrera de obstáculos
Los altos índices de criminalidad en Río de Janeiro no son nada nuevo y tienen implicaciones sociales complejas, pero el repunte que han experimentado en los últimos tiempos hace pensar en el impacto negativo que pueden tener en los primeros juegos olímpicos que se realizarán en Brasil.
Los números hablan por sí solos. Según datos oficiales, los índices de robos callejeros se ubican en un 43% en lo que va de 2016. Los muertos en operativos policiales también se han elevado en comparación con 2015. Esto sin contar la delincuencia organizada que tiene su base de operaciones en muchas ocasiones en los espacios de las llamadas favelas.
Hay quienes opinan que este aspecto podría impactar negativamente en la celebración de los juegos en Brasil.
Hace pocos días se encontraron partes de un cadáver humano flotando en las inmediaciones del recinto, aún en construcción, que albergará el torneo de vóley playa durante las olimpiadas.
Estos hecho, sumado a los recientes robos que han sufridos dos equipos internacionales de transmisión para los juegos, uno alemán y otro mexicano, hacen pensar seriamente en el manejo de la seguridad en un evento de tanto importancia y complejidad logística.
Se reporta que las autoridades han declarado que tienen preparado un esquema de seguridad "blindado", con participación de 85.000 agentes del orden, entre policías, militares y cooperación extranjera por mar, aire y tierra, para la protección de los juegos en un país que no ha escapado de los imprevistos.
Paralelamente a los deportistas, Brasil se medirá en una competencia en la que pretende salir airoso: terminar con éxito los primeros juegos olímpicos en territorio suramericano.