Hoy lunes tiene lugar en Bruselas la decimocuarta ronda de negociaciones del Tratado Transatlántico de Comercio e Inversión (TTIP según sus siglas en inglés), cuyo objetivo es fomentar la relación comercial y de inversiones entre Estados Unidos y la Unión Europea.
El acuerdo lleva años arrastrando una polémica que aumenta a medida que se van desvelando datos sobre su contenido, casi siempre a través de filtraciones, ya que el secretismo y la opacidad ha sido una de las más irritantes y sospechosas características de este proceso de negociación: durante sus primeras fases ni siquiera los eurodiputados estaban al corriente de su existencia, y los medios de comunicación no supieron nada hasta un año después de su puesta en marcha.
Según la Unión Europea, el TTIP pretende "aumentar el comercio y la inversión entre la UE y los EE.UU. haciendo realidad el potencial sin explotar de un auténtico mercado transatlántico que genere nuevas oportunidades económicas de creación de empleo y crecimiento mediante un mejor acceso al mercado y una mayor compatibilidad reglamentaria y marcando una pauta en materia de normas mundiales".
Los peligros que esconde el TTIP
Son precisamente estas "normas mundiales" las que más preocupan a sus detractores, que temen una fuerte erosión en materia de derechos laborales y sociales, y preveen una importante pérdida de soberanía de los Estados frente al aumento de poder de las empresas transnacionales: el sueño del neoliberalismo capitalista hecho realidad, a costa de las personas y de la salud ecológica del planeta.
Precisamente ayer, aprovechando la visita del presidente Obama a España, varios activistas de la asociación Greenpeace escalaron un edificio en obras en pleno centro de Madrid y colgaron allí una enorme pancarta para expresar su rotundo rechazo al TTIP. Porque Obama es, a efectos prácticos y diplomáticos, uno de los principales impulsores de este tratado.
Greenpeace, por su parte, ha sido uno de las organizaciones más combativas contra la firma de este acuerdo. De hecho, las últimas filtraciones de documentos relacionados han sido obra de esta ONG. En su página web, describen los aspectos más preocupantes del avance de las negociaciones sobre el TTIP: "En nombre del “libre comercio” se están poniendo en riesgo estándares de calidad y seguridad relevantes para la producción agrícola, la alimentación y la salud de los ecosistemas (...). Además de la desregulación y pérdida de soberanía, también preocupa la posible pérdida de derechos laborales y el aumento de la desigualdad en la competencia entre las grandes corporaciones y las pequeñas y medianas empresas".
Los activistas de Greenpeace llaman también la atención sobre el aspecto más preocupante de este tratado, el que demuestra que el T.T.I.P. es realmente un atentado de corte neoliberal contra la soberanía de los estados. Se refieren a "la creación del Investor State Dispute Settlements (ISDS), un tribunal de arbitraje independiente que permitiría a los inversores demandar a las leyes y regulaciones de los estados que fuesen en contra de sus beneficios o de la competencia económica. Esto podría provocar que un tribunal externo a los estados anulara leyes aprobadas por los parlamentos nacionales".
Otras asociaciones, como ATTAC, que vela por la justicia económica global, se han expresado en la misma línea: "en la práctica, este tratado va a suponer una enorme transferencia de poder desde la ciudadanía hacia las grandes empresas, amenazando muchos de los principales avances logrados estos años en materia de medio ambiente y derechos de los consumidores".
"Una telaraña neoliberal para dominar el mundo"
En RT hemos hablado con Carmen Esbrí, miembro de la plataforma 'No al TTIP' en España, para preguntarle cuáles son los peligros que se esconden tras estas siglas. "Los peligros fundamentales están en todos los órdenes de la vida diaria del ciudadano, porque este tratado ataca directamente al Estado del bienestar. Lo que pretende es igualar a la baja las legislaciones en materia de garantías sociales y de protección de derechos, que en Europa están muy por encima de las de Norteamérica. El TIPP es también un ataque a la salud de los ecosistemas naturales, porque la naturaleza - como hemos visto tantas veces con el tratamiento del agua o la extracción de minerales- se convierte en un producto de mercado, de espaldas a la sostenibilidad del planeta".
Sin embargo, la Comisión Europea hace hincapié en los beneficios de este tratado, y pone como ejemplo las previsiones de aumento de empleo que tendría España tras la hipotética firma del TTIP: "un acuerdo ambicioso crearía a largo plazo (entre unos tres y cinco años posteriores a la entrada en vigor del acuerdo) más de 83.000 empleos anuales en España. En los primeros cinco años, el TTIP ayudaría a crear en total más de 330.000 nuevos puestos de trabajo". "Eso es absolutamente falso -señala Carmen Esbrí-. Porque en tratados de este calibre, como el NAFTA, firmado entre Estados Unidos, México y Canadá, ya se ha visto que desgraciadamente no se ha creado empleo, sino que se han perdido millones de puestos de trabajo. Y los empleos que quedan se precarizan".
En efecto, el TTIP no es el único tratado de estas características. Otros tratados como el CETA (tratado de libre comercio entre la Unión Europea y Canadá), el TPP (Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, 'Trans-Pacific Partnership') o el TISA (Acuerdo en comercio de servicios -en inglés Trade in Services Agreement - un tratado internacional en el que entran 23 países, incluyendo los que pertenecen a la Unión Europea y EE.UU.) forman, en opinión de Carmen Esbrí, "una telaraña neoliberal de tratados con la que los dirigentes capitalistas quieren dominar el mundo".
"Estamos en una situación decadente - concluye Carmen Esbrí- y muy poco deseable si lo que pretendemos es un mundo de progreso en el que los ciudadanos tengan cubiertas al menos las necesidades más básicas".
Actualmente, el avance las negociaciones del TTIP están seriamente amenazadas por el cambio de gobierno en Estados Unidos a partir de las próximas elecciones en Noviembre. Se estima que eso podría producir un parón de hasta 3 años de duración. Por otra parte, hay muchas corrientes críticas con poder en varios parlamentos de la Unión europea, incluyendo los de miembros tan influyentes como Alemania o Francia, que podrían obstaculizar o incluso impedir la firma de este polémico tratado internacional.
David Romero