¿El viraje en la política exterior del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, pudo haber desatado el fallido golpe de Estado en su contra? El creciente malestar que había en sus altos mandos parece ser un indicio.
Un análisis de Stratford sugiere que las movidas recientes en el gabinete turco, luego de la renuncia a presión del primer ministro Ahmet Davutoglu y la designación de Binali Yildirim en su lugar, tienen mucho que ver. Después de ese cambio de ficha, realizado en mayo pasado, Erdogan ubicó a muchos de sus leales en cargos clave para reforzar su control político.
Sin embargo, según ese análisis, uno de los catalizadores de pudo ser el reciente acercamiento con Rusia. Ese diálogo, que parecía imposible desde que las tensiones entre ambos países llegaran al clímax el año pasado por el derribo de un caza ruso por el ejército turco en territorio sirio, pudo irritar a una fracción de las Fuerzas Armadas ante la posibilidad de que Ankara coopere con Moscú para una participación más asertiva en Siria.
Ya en febrero de este año, Erdogan quería propiciar una incursión unilateral en Siria para no quedar fuera de la ecuación que decidirá el futuro de ese país, en clara provocación a Rusia, pero la iniciativa fue rechazada por el Ejército turco, así como por EE.UU.
Pero a finales del pasado mes de junio, en un hecho inesperado, Erdogan se disculpó con Moscú y aseguró que el derribo del caza ruso no había sido intencional, una declaración que distó del cáustico tono que habían caracterizado las declaraciones que el mandatario turco sobre Rusia, país al que incluso llegó a acusar de tener vínculos petroleros con el Estado Islámico.
Desde que las amistosas relaciones se quebraran, Turquía dejó de recibir 95% del turismo ruso -que rondaba los 3,5 millones de visitantes al año- y vio afectados sus ingreso por la caída en las exportaciones de rubros agrícolas que hacía a Rusia, refiere una nota de El País. Por eso, desde la crudeza económica, el viraje de la política exterior resultaba necesario.
Siria en el tapete
También está el asunto de Siria. Hasta ahora, Turquía apoyaba los bombardeos de la coalición liderada por EE.UU. (país que tiene bases militares en territorio turco), y estaba plegada a la política intervencionista de Occidente, que busca el derrocamiento el Bashar Al Assad y financia grupos armados de oposición. Rusia, por su parte, combate las posiciones del Estado Islámico, por petición del gobierno sirio, y aboga por una salida consensuada a la crisis.
Las conversaciones entre Turquía y Rusia abrían la posibilidad de buscar un arreglo a la crisis siria desde posiciones aparentemente antagónicas.
"Creo que el acercamiento entre Ankara y Moscú contribuirá al arreglo de la crisis siria pero no es fácil; no creo que Turquía y Rusia superen mañana las considerables diferencias de opiniones y lleguen a una posición común, pero su acercamiento favorecerá la solución del problema sirio", declaró el viceprimer ministro turco, Numan Kurtulmus, justo antes de la intentona a la cadena estatal TPT.
Mientras Kurtumulmus decía esas palabras, el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, se encontraba en Moscú para reunirse con el mandatario ruso, Vladimir Putin, y llevar una propuesta que parecía impensable: cooperar en terreno sirio, reveló la prensa norteamericana citada por El País.
Washington había hecho caso omiso a los constantes llamados de Moscú para ejecutar un plan conjunto de combate a las posiciones del Estado Islámico, bajo el argumento de que la participación de Rusia supuestamente sólo favorece a Al Assad.
El único punto de inflexión entre Rusia y EE.UU. en Siria había sido, hasta ahora, el acuerdo mínimo de coordinación de misiones aéreas para evitar la repetición de episodios como el que, justamente, provocó el impasse entre Moscú y Ankara.
Por lo pronto, aunque Erdogan ha prometido volver a Ankara tras revertirse el golpe, el conflicto político turco no termina de esclarecerse y, con él, la posibilidad de que haya un acuerdo en ciernes sobre el futuro de Siria que incluya la cooperación con Rusia.
Nazareth Balbás