Hasta su cumpleaños es polémico. "No se puede fundar lo que ya existía", dice el historiador Luis Enrique García. Pero hoy, dicen, es el aniversario 449 de Caracas, ¿tan violentamente dulce?
Un pulmón vegetal que se traga el smog de la ciudad más poblada Venezuela. Una cadena de edificios ostentosos cosida sin pudor a barriadas interminables. Una ciudad donde lo único constante es el cambio. Verde-polución, riqueza-pobreza. Esto es Caracas.
Violenta, caótica, hostil. Los adjetivos en contra de la ciudad son interminables. La capital de Venezuela tiene fama en los medios internacionales de ser "la más peligrosa" del mundo, la menos amable con el turista, la de los hombres y mujeres atemorizados por el hampa, la de las calles desérticas por "la inseguridad". En fin, la selva de concreto. ¿O no?
La más insegura
En 2015, una ONG mexicana aseguró que Caracas era la ciudad más peligrosa del mundo. El listado, que dejaba por fuera países en guerra y urbes dominadas por el narcotráfico como Ciudad Juárez, fue elaborado -según reza la metodología- sin fuentes oficiales sino "un conteo propio, a partir de notas periodísticas".
El encargado del estudio fue José Ortega Sánchez, un abogado de poderosos grupos económicos en México, que fue llamado a declarar como testigo por el asesinato del general en retiro Mario Augusto Chaparro y era calificado de "socio” por el expresidente colombiano Álvaro Uribe, refiere VTV.
Después que salió el informe, el director del Observatorio Venezolano de Seguridad Ciudadana, Jesús Escobar, rebatió los resultados y señaló que los índices de criminalidad estaban "al menos 50 puntos por debajo" de lo atribuido por la ONG. Lo cierto es que Caracas es una ciudad violenta, tan violenta como cualquier otra urbe latinoamericana "sólo que aquí no se esconde la pobreza", afirma el escritor y periodista Jesús Ernesto Parra.
"A mí Sao Paulo o el DF me parecen más peligrosas -dice Parra- porque son realmente inabarcables y esconden su marginalidad. La opinión pública no se entera o se hace de la vista gorda. Si vas a Sao Paulo, en la vía desde el aeropuerto hacia la ciudad hay un muro que esconde las favelas; en cambio, cuando vas a Caracas lo que ves es un enorme paisaje de barrio y lo evidenciamos sin pudor alguno.Tenemos las contradicciones a la vista".
Ese descaro sin complejos que pone un barrio junto a Country Club, aunado a la férrea prensa en contra del gobierno, han alimentado durante años la visión de una ciudad a punto del Armagedón, donde el final siempre está en puerta, pero que al mismo tiempo seduce y fascina. "Hay algo de babilónico en Caracas: es un laberinto en el que uno puede perderse y eso me gusta, me apasiona. Es un vértigo, una pulsión tanática, que inevitablemente invita a crear", afirma Parra.
No es gratuito en el Nobel colombiano Gabriel García Márquez escribiera que una de sus "hermosas frustraciones" en la vida había sido no haberse "quedado a vivir para siempre en esa ciudad infernal" con "su locura sin límites y su sentido experimental de la vida". En esa, la infeliz Caracas.
La más hostil
De acuerdo al último censo de 2011, Caracas tiene poco más de dos millones de habitantes. Sin embargo, los municipios que conforman el Área Metropolitana incrementan la cifra a más de siete millones de almas que confluyen diariamente en una urbe como cualquier otra: con tráfico pantagruélico, profundas desigualdades y "una especie de esquizofrenia colectiva", dice la profesora universitaria Catherine Bazó, encargada de una cátedra dedicada a reconstruir la historia de la ciudad en la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV).
"El principal atractivo de Caracas es su gente. Se dice que acá hay relaciones muy hostiles pero creo que cuando nos sentamos y nos miramos, vemos que el caraqueño es muy receptivo (...) hay muchos contrastes y por eso, para cualquier extraño, tal vez es difícil de entenderla", agrega Bazó.
Pero así como el cemento esquilmado buena parte de la ciudad, persiste el verde por todos lados, encabezado por la sierra inmortalizada por el pintor Manuel Cabré y que le dio a Caracas el nombre de sultana del Ávila.
"El verde es otro de los elementos que llama, que invita. Esta ciudad es verde por todos lados: ¡Uno ve una mata de mango en medio de una autopista! Lo que pasa es que muchos caraqueños, por la misma velocidad de la vida, no lo notan".
El tercer elemento que desdice de la hostilidad, destaca Bazó, es la reciente recuperación de los espacios públicos, realizado por el gobierno bolivariano. Una red de teatros, plazas, parques y bulevares fueron restaurados en la última década para "el disfrute de la vida ciudadana, que había sido confinada a los centros comerciales en el siglo pasado por la influencia de la cultura norteamericana".
La infeliz
Al menos en los últimos tres años, bajo el gobierno del Presidente Nicolás Maduro, los titulares de la gran prensa han sido casi los mismos: Los estertores de Caracas por culpa de la inseguridad y la crisis económica que se ha agravado con la caída de los precios del petróleo, principal fuente de ingresos para el país suramericano.
Pero ese juicio es una verdad a medias. La ciudad sigue viva aunque algunos hábitos hayan cambiado. Un reciente artículo publicado por la BBC refiere que, en Venezuela, y especialmente en la capital, "los centros de las ciudades y pueblos son durante el día tan o más bulliciosos, folclóricos y divertidos que en cualquier otro lugar de América Latina".
El reconocido músico Alfredo Naranjo coincide: "La gente se agolpa en cualquier escenario pese a cualquier dificultad. Comparte una cena, un concierto, va a una feria y eso dice mucho de la ciudad y el ejercicio gigantesco de tolerancia de sus habitantes, que esconde en el fondo la gran nobleza del caraqueño".
"Yo, como músico, no recuerdo una sola gala musical vacía. Nosotros nos negamos a perder nuestros espacios de encuentro, de disfrute y eso ilustra una actitud proactiva hacia nuestra ciudad, no sólo de quienes van a bailar o a ver alguna actividad cultural, sino también de quienes crean y producen cosas maravillosas (...) Nosotros no somos un pueblo que se nos vea la costura, somos gente buena, muy útil y que podemos dar mucho al mundo".
Para el historiador Luis Enrique García, esa afirmación hacia la vida tiene mucho que ver con el humor: "acá siempre volteamos las cosas, a todo le sacamos un chiste y con eso afrontamos la dificultad".
La invisible
Caracas es una ciudad que encierra otras Caracas: la romántica de corte francés que se empeñó en construir el presidente Antonio Guzmán Blanco entre 1870 y 1877, la moderna edificada durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez (1952-1958) , la de la marginalidad que se hizo paso con la llegada de la democracia puntofijista y la que se hace a diario en una "urbe desmemoriada", considera Bazó. Todas coexisten en el reino del smog y el verde.
"Caracas es una ciudad que no se ve (...) En el fondo, por el autodesprecio que nos inculcaron, por eso nos toca reinventarla, redescubrirla y eso, inevitablemente, pasa por conocer a su gente", dice García, quien se ha dedicado a estudiar junto a sus alumnos de la UBV, "esa ciudad física y espiritual" que evocara el poeta Aquiles Nazoa.
Cada aniversario de la ciudad se reaviva ese mismo debate. En los últimos siete años, en Caracas se han abierto nuevos espacios para reflexionar sobre la urbe frenética y caótica, y los creadores que han sucumbido a ella. Una Feria del Libro que reúne a más de cien editorial -91 de ellas privadas- en dos de sus espacios más emblemáticos: el parque Los Caobos y la Plaza de los Museos.
"El parque Los Caobos se convierte en el Territorio de la Palabra, la palabra que ilumina, que alienta, que acompaña. La palabra que se opone a los insultos, a la violencia, es la que va asumir el protagonismo a partir de hoy", dijo el alcalde de la ciudad, Jorge Rodríguez, la semana pasada.
¿Pero, por qué después de tanto tiempo la ciudad está destinada a levantar polémica? En ese predio, que representa menos de 1% de la superficie del país, ocurre hoy una pugna simbólica "donde se está dirimiendo de manera estructural el futuro de Venezuela y hasta de Latinoamérica", dice Parra. Porque Caracas, después de 449 años, sigue siendo un territorio en disputa.
Nazareth Balbás