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La Marina de EE.UU. quiere una nueva fragata pero no sabe cuál

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El programa de fabricación de la nueva clase de naves militares de la Armada estadounidense, el llamado 'buque de combate litoral', parece estar llegando a su fin, estima un analista de 'The National Interest'.
La Marina de EE.UU. quiere una nueva fragata pero no sabe cuál

La Marina de EE.UU. concibió la nueva clase de naves militares –el 'buque de combate litoral' (LCS , según sus siglas en inglés)– a finales de 1990 pensando en un nuevo barco de guerra de área cercano a las costas: flexible, modular y de bajo costo, además de capaz de llevar a cabo operaciones independientes y cambiar rápidamente sus tareas con un simple canje de módulos, cada uno de los cuales contiene diferentes armas y sensores en función de la tarea.

Entonces numerosos analistas independientes se mostraron escépticos sobre el futuro del proyecto. La experiencia demostró que tenían razón, indica un comentario de la revista estadounidense 'The National Interest'. Washington no está satisfecho.

Sucesión de penurias

El coste de un buque relativamente pequeño –del tamaño una corbeta– se elevó hasta los 500 millones. Su desplazamiento alcanzó las 3.000 toneladas. Sin embargo, la cabeza de la serie de estos buques, botada en 2005, carecía de sensores, armas y armaduras para sobrevivir en aguas costeras en disputa.

No fue el único inconveniente. El concepto 'modular' asociado al buque se convirtió en una "farsa". Algunos de los módulos simplemente no funcionaban. Otros superaron lo presupuestado o resultaron ser demasiado difíciles de manejar para ser instalados con rapidez.

"Tuvieron que pasar otros nueve años para que la Armada entrara en razón en cuanto a pensar de forma crítica", indica el analista de 'The National Interest' David Axe.

Mientras tanto, no menos de 18 buques de dos subvariantes –algo menos de la mitad de la flota prevista– ya estaban en servicio o la producción en dos astilleros.

En febrero de 2014, el entonces secretario de Defensa Chuck Hagel anunció que la Marina reduciría la producción de estas naves desde 52 a 32 y el estudio de un nuevo diseño para reemplazarlos.

Pero cuando el grupo de trabajo de la Armada terminó su estudio, en noviembre de 2014, su recomendación  –que Hagel aprobó rápidamente– era sencillamente añadir unas pocas piezas para ampliar la gama del uso de estas naves, añadir un equipo adicional a las versiones de los LCS existentes y eliminar su capacidad modular.

¿Punto y final al proyecto?

La nueva versión del buque resultó tener posibilidades algo mayores que un LCS mejorado, según la Oficina de Responsabilidad del Gobierno –agencia de control principal de EE.UU.–, que, en junio de 2016, publicó un informe crítico sobre la Armada y los procesos de toma de decisiones del Departamento de Defensa con respecto a la fragata.

Según la Oficina, la principal preocupación de la Armada ha sido seleccionar una nueva fragata cuanto antes y construirla en los mismos astilleros que los primeros LCS, con el fin de proteger los intereses de las navieras de Lockheed Martin y Austal y, teóricamente, reducir al mínimo los costos adicionales. La Armada espera que la fragata cueste unos 190 millones más de que los 500 millones 'básicos'.

Si la experiencia militar del nuevo caza furtivo F-35 sirve de guía, la fragata puede llegar a ser mucho más cara de lo que la Armada estima en la actualidad. "A medida que la Marina dé vueltas al programa de las fragatas LCS, que se estima en más de 8.000 millones solo en su construcción, su enfoque requerirá que el Congreso financie una incógnita", advirtió la Oficina.

"La recomendación de la agencia del organismo de control es clara. La Marina debería frenar la búsqueda de una nueva fragata", concluye 'The National Interest'.

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