Los indígenas de Brasil, fantasmas en los Juegos Olímpicos
Hace dos años, durante la inauguración de la Copa Mundial de Futbol de Brasil, un niño indígena sostuvo una bandera en la que podía leerse: 'Demarcação Já' (Demarcación ya). Junto a él, otros dos niños, uno blanco y el otro afrodescendiente, permanecieron quietos. Las cámaras de televisión no tomaron la imagen, pero la noticia dio vuelta al mundo a través de fotografías.
Olivio Jekupé, indígena guaraní padre de aquel niño, cuenta a RT con ironía que esta vez a los indígenas solo se les invitó a asistir y no dieron algún mensaje en la inauguración de los Juegos Olímpicos, "tal vez porque temieron que hiciéramos lo mismo de la Copa".
Brasil tiene más de 300 naciones indígenas, y Jekupé se lamenta porque los organizadores y comentaristas escucharon a expertos en calentamiento global en la apertura de los juegos, pero no llamaron a ningún antropólogo o indígena para hablar de su situación.
"Y eso que los indígenas tienen muchas soluciones para la crisis medioambiental por su respeto a la naturaleza", destaca Jekupé.
Los pueblos originarios de Brasil exigen la inclusión y demarcación de sus territorios en todo el país para que formen parte de las 693 Tierras Indígenas (TIs) reconocidas oficialmente.
La campaña #StopGenocidioBrasil lanzada por la organización Survival, dedicada a la conservación de los pueblos originarios, sostiene que diversos estadios y pabellones deportivos se asientan sobre tierra indígena.
Survival denuncia que mientras el ritmo de samba, los paseos en Copacabana, y la expectación causados por los Juegos Olímpicos llaman la atención, "lo que su popular imagen no cuenta es el escandaloso trato a sus pueblos indígenas", ya que ―afirma― "buena parte de su riqueza procede de la desposesión de los indígenas y del robo de sus territorios".
Alceu Castilho, periodista que investiga la historia de los terratenientes en Brasil y que ha recibido premios, entre ellos el Vladimir Herzog, cuenta que al preguntar a un indígena guaraní su impresión sobre los Juegos Olímpicos. Este le respondió: "Era para verlo en inglés".
En declaraciones a RT, Castilho, opina que los juegos muestran una normalidad que no existe en Brasil, en referencia al "mito de las tres razas" o "el mito de la integración nacional" que apareció en la ceremonia de apertura, es decir, un Brasil integrado, mestizo y unido entre afrodescendientes, europeos e indígenas.
Castilho recuerda que los pueblos indígenas de Brasil han sufrido masacres y expulsión de sus territorios a lo largo de la historia. La situación no ha cambiado mucho hoy, especialmente con los pueblos no contactados, que evitan acercarse al Estado por las consecuencias que pueda tener para su cultura. En 2015, murieron 50 defensores de medio ambiente en Brasil, la mayoría de los cuales tenía identidad indígena.
"Brasil debería avergonzarse de su política indígena, pero exhibe una imagen que, sencillamente, no se corresponde con la realidad", denuncia.
En junio de 2015 más de 2000 integrantes de pueblos indígenas del mundo se reunieron en Tocantis, Brasil, en la primera edición de los Juegos Mundiales de los Pueblos Indígenas como forma de manifestación proactiva. Practicaron canotaje, nado, carreras a campo abierto, lucha, lanzamiento, tiro con arco y juegos indígenas locales. Sin embargo, objeta Jekupe, "no nos invitan a los otros juegos, a paesar de nuestas habilidades".
En Río 2016, solo un indígena gaviao tirará con el arco y otro makuxi participará en el maratón. Serán los únicos.
El otro maracanazo
El famoso estadio brasileño del Maracaná debe su nombre a dos raíces: al término indígena tupi, que significa 'loro', y al instrumento guaraní usado en ceremonias religiosas.
Setenta indígenas fueron expulsados de una mansión abandonada del siglo XIX para la reconstrucción de este estadio en 2014. Hoy, en el lugar hay un estacionamiento y un museo del fútbol. Los desalojados pedían un Centro Cultural Indígena. La casa fue hasta 1978 sede del Museo de los Pueblos Indígenas en Brasil.
Sin embargo, Jekupé, cuyo pueblo reclama desde hace 30 años que los territorios de Tenondé Porã, en el extremo sur de San Pablo, y el Jaraguá les sean reconocidos, cuenta que la mayor dificultad que afrontan los pueblos indígenas de su país son los embates de las grandes industrias.
La situación, cuenta, "es más difícil con el cambio de Gobierno", ante la posible destitución de Dilma Rouseff. Además, el presidente interino Michel Temer se acercó a la Bancada Ruralista, que forma parte de las grandes corporaciones extractivas, ganaderas y agroindustriales. Los ruralistas se han opuesto históricamente a reformas agrarias en Brasil.
En el libro 'Partido de la Tierra', Alceu Castilho hace un análisis de los políticos que se declararon "ruralistas" entre el año 2008 y 2010. Greenpeace y otras organizaciones montaron el sitio La Bancada de los Ruralistas, donde ofrecen un perfil de 32 de estos legisladores.
"El Congreso Nacional de Brasil tramita actualmente numerosas propuestas que atacan frontalmente los derechos indígenas garantizados en la Constitución de 1988; derechos conquistados por la población tras 25 años de proteger su diversidad cultural y ambiental", sostiene el sitio.
"Quieren tierras indígenas para plantar caña, soja y el ganado, también para robar los árboles y la tierra que tiene el mineral, el oro y el diamante; la demarcación es una lucha para que podamos vivir y proteger este bosque", afirma Olivio.
"La perspectiva actual es de retrocesos en las políticas relativas a los pueblos indígenas", sentencia Castilho.
En una reunión con los ruralistas celebrada el pasado 13 de julio, Temer dijo que la constitución, en su disposición transitoria, "fija un plazo de cinco años para la demarcación de las tierras indígenas", lo que ―recalcó― "nunca se hizo".
"Llevó un montón de tiempo hacer las demarcaciones. Nosotros nos ocuparemos de ellas. Vamos a tratar de resolver este problema. Y cuando digo esto, no es atacar a la nación india, por el contrario, es para dar estabilidad social para el país", añadió el presidente.
Derecho originario
Castilho cuenta que los pueblos brasileños fueron masacrados, algunos desaparecieron, mientras que otros fueron confinados en pequeños territorios, como en el caso de los guaraníes kaiowá de Mato Grosso do Sul. Los guaraníes son el pueblo más numeroso de Brasil, pero su población, de 50.000 personas, es menor que la capacidad del estadio Maracaná: 78.000.
Incluso los pueblos que cuentan con reconocimiento legal se enfrentan al avance de intereses económicos aunque tengan un "derecho originario" consagrado en la constitución de 1988, de acuerdo con la página de Internet de la Fundación Nacional del Indio (FUNAI), organización indigenista oficial del Estado brasileño.
Desde el Mundial de Fútbol, existe la posibilidad de que se apruebe el proyecto de ley PEC 215, que remitiría al Congreso, donde se encuentra la bancada ruralista, que contempla la facultad de demarcar tierras indígenas, poder que hoy pertenece al ejecutivo. Además del PEC 215, se encuentra el Proyecto de Ley 227, que abriría estas tierras a la explotación económica.
Sin embargo, Olivio advierte que en los siguientes meses habrá muchas manifestaciones en Brasil y que los indígenas seguirán exigiendo la demarcación de sus territorios.
"Sé que en Brasil la cosa no mejorará, porque el jefe en Brasil son los grandes agricultores, quienes están en la política", denuncia.
Aldabi Olvera