El biólogo molecular francés Bertrand Jordan considera que las consecuencias a largo plazo de las dos bombas atómicas que Estados Unidos lanzó sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945, que causaron la muerte de alrededor de 200.000 de personas, se han exagerado sobremanera durante todos estos años, informa EurekAlert!.
Para justificar su razonamiento, Jordan ha resumido alrededor de 60 años de investigaciones médicas oficiales sobre los supervivientes y ha concluido que, aunque está demostrado que la exposición a radiación aumenta el riesgo de padecer cáncer, la esperanza de vida media de las personas que sobrevivieron a esos ataques es solo unos meses inferior de la habitual y que la salud de sus hijos no ha sufrido ninguna consecuencia.
De acuerdo con la investigación, este indicador aumentaba en función del sexo y la edad —las mujeres y los jóvenes tenían más opciones de sufrir daños—, además de por la ubicación de las víctimas con respecto a las detonaciones: entre 1958 y 1998, alrededor de un 10 % más padecieron cáncer, 848 casos entre 44.635 personas.
Sin embargo, la mayoría de quienes vivieron para contarlo no sufrieron ese mal porque estuvieron sometidas a dosis de radiación relativamente pequeñas. Asimismo, aunque aún no se han detectado mutaciones ni diferencias en la salud de los descendientes de los supervivientes, Jordan sugiere que, si algún día se analizan sus genomas, podrían mostrar efectos leves.
Cifras en cuestión
Bertrand Jordan ha analizado los datos de 100.000 supervivientes de las bombas atómicas, sus hijos —cerca de 77.000 personas— y otras 20.000 que no fueron alcanzadas por la radiación de los proyectiles y atribuye la diferencia entre los resultados y la percepticón pública sobre la catástrofe nuclear a factores diversos, incluido el contexto histórico.
De este modo, Jordan considera "la gente siempre teme más a los nuevos peligros que a los que ya les resultan familiares", cuando "la radiación es más fácil de detectar que muchas sustancias químicas" y, "en cantidades pequeñas, no supone un riesgo para la salud".
A pesar de sus conclusiones y de que prefiere que se produzca "un debate racional" y se analicen "los datos científicos" en lugar de realizar "grandes exageraciones sobre los peligros", este científico francés advierte sobre el hecho de que no se deben minimizar los riesgos que generan los accidentes nucleares o la amenaza que supone cualquier posible guerra con este tipo de armas.
Los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki al final de la Segunda Guerra Mundial causaron la rendición de Japón y provocaron el final de ese conflicto bélico. Se trata de la primera y última vez en la historia de la humanidad que se han empleado ese tipo de armamento contra la población civil.