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Venezuela enfila sus tanques pensantes para hacer frente a la "aplanadora" cultural

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El linchamiento mediático al gobierno es abrumador. A diario, la derecha internacional augura el fin del socialismo sin que el pronóstico termine el estallido. ¿Por qué ocurre ese fenómeno? El ministro de Cultura asoma una tesis: la visión conflictiva de la historia que mostró el chavismo.
Venezuela enfila sus tanques pensantes para hacer frente a la "aplanadora" cultural

La pregunta se la hacen todos. En los medios internacionales, las señales del fin suenan todos los días desde hace 17 años. Pero, ¿por qué no llega el estallido a Venezuela?

La coyuntura económica es innegable. La caída de los precios del petróleo -principal fuente de divisas para la nación monoproductora- ha afectado al país con fenómenos como el desabastecimiento y su evidencia más cruda son las largas colas en los comercios para comprar productos de la cesta básica que, a diario, se desvían al mercado ilegal a cientos de veces más su precio real.

La oposición política, por su parte, está dedicada al lobby internacional para pedir desde la intervención del país y hasta su aislamiento de mecanismos de integración como Mercosur, mientras intenta activar el revocatorio presidencial contra el Presidente Nicolás Maduro. Los empresarios que manejan el monopolio de la producción de alimentos también se han declarado en guerra contra el gobierno y la derecha mundial bebe a diario de las dificultades del pueblo para asegurar el fracaso del modelo bolivariano planteado por Hugo Chávez.

Todo eso es ocurre y sin embargo. Hay un lado oculto de esa realidad, advierte el ministro de Cultura, Freddy Ñáñez. Ese costado, el otro, el silenciado, tiene que ver con algo poderoso que explica varios por qués. Venezuela quiere mostrarlo.

Contra la hegemonía

"En Latinoamérica no hay tanques del pensamiento de la izquierda", sentencia el intelectual venezolano Luis Britto García. Más allá de la Red de Intelectuales en Defensa de la Humanidad, coordinada por la historiadora Carmen Bohórquez, son pocas las iniciativas que hagan contrapeso a las usinas de derecha que abundan en la región, la mayoría financiadas por EE.UU. ¿El resultado? Una aplanadora política y cultural, sostiene el ministro Ñáñez en entrevista a RT.

"Los que se creen dueños del mundo -agrega- insisten en que Venezuela debe ser abolida, derrotada, para que ningún otro país se atreva a creer en un proyecto político distinto, por eso es que les interesa tanto aplanar al país en su evidencia negativa y desconocer que nuestro gobierno ha sido legitimado por el pueblo en más de 17 elecciones, que este es el camino que hemos elegido".

La nación suramericana ha iniciado esta semana un proyecto de intercambios tú-a-tú con intelectuales de países aliados. En principio, con China. El gigante asiático, además de ser una de las principales economías del mundo es socio estratégico de Venezuela. La cercanía, propiciada por Chávez, ha permitido profundizar lazos comerciales para sortear la crisis en el último año, y afianzar una relación de beneficio mutuo. Sin embargo, hay un hecho clave: la cooperación se ha hecho con respeto al modelo político de cada país. 

Venezuela recuerda la relación de dependencia que había con EE.UU., antes de la llegada de la Revolución Bolivariana, y el tutelaje económico que eso significó. La huella más dolorosa de ese vasallaje fue el estallido popular del 27 de febrero de 1989, conocido como El Caracazo: miles de venezolanos salieron a las calles a protestar contra las medidas neoliberales adoptadas por el gobierno de Carlos Andrés Pérez por orden del Fondo Monetario Internacional (FMI). La insurrección fue brutalmente reprimida por el Estado y la cifra de muertos todavía se desconoce. Ese mismo día, diría Chávez en muchas oportunidades, también surgió el germen de la Revolución Bolivariana. 

Lectura conflictiva

"Vamos a ver a nuestros próceres", dice en tono de sorna uno de los historiadores que acompaña a la delegación china en el recorrido por el Panteón Nacional. La ironía tiene sus razones.

El Panteón Nacional, con su techo colmado por frescos de Tito Salas, es una muestra de la contradictoria historia del país. "Mira, ahí están muchos de los referentes erróneos que hay sobre cómo ocurrió la colonización", dice el mismo historiador, en voz baja, a uno de los asistentes de la delegación y señala las imágenes de indígenas -más parecidos a los mohicanos norteamericanos que a los pueblos originarios venezolanos- que conversan plácidamente con los conquistadores españoles, como si jamás hubiese existido la expoliación, la matanza, la esclavitud. Ejemplos similares abundan.

Para Ñáñez, en esa contradicción hay una primera evidencia de la importancia de darle una lectura política y cultural a lo que ocurre en Venezuela, una tarea que comenzó Chávez hace 17 años y que, desde entonces, ha significado una pugna por lo simbólico con la hegemonía establecida. Al Panteón, donde reposan próceres y figuras controvertidas que algunas vez fueron cercanas al poder político, entraron por primera vez los ignorados de siempre: los indios, las mujeres, los negros. La Revolución Bolivariana no reescribió la historia sino que inscribió a otros protagonistas. El gesto, que no fue ingenuo, desató debates cáusticos pero necesarios.

"La lectura conflictiva de la historia de Venezuela que hizo Hugo Chávez nos ahorró una guerra civil. Si los venezolanos no tuviéramos claro todo lo que ha ocurrido en el país desde el punto de vista simbólico, desde el punto de vista ideológico, ya estaríamos en guerra. El chavismo evitó una guerra civil. Eso es lo que no se dice, por eso es que no se termina de comprender, desde afuera, cómo a pesar de la guerra económica inducida, la gente no se está matando entre sí". Por eso, insiste, es medular preservar las señas de identidad nacional entre tanto embate.

Consolidar la identidad cultural

Explicar el entresijo que configura la identidad venezolana, sus valores, sus creencias, su estética, sus contradicciones, sus logros y sus símbolos, es el propósito de la nueva ofensiva que emprenderá el país desde el ministerio de la Cultura. "El presidente (Nicolás Maduro) entiende que toda guerra empieza en los símbolos, busca el control de la identidad, la colonización de la memoria. El ataque contra nuestro país es el mismo que se hace contra China, contra Rusia, contra Irán, ¿y dónde tienen ellos su mayor fuerza? En la consolidación de sus identidades culturales nacionales, en su deseo de autodeterminarse y librar batallas contra el coloniaje. Esto que hacemos hoy no es una acción que se sostenga en un deseo romántico de que es bueno en sí mismo, sino en la comprensión de que en este espacio se está configurando el mundo, su hegemonía, su futuro".

La lucha contra la "aplanadora" que se empeña en mostrar únicamente lo negativo del país -a través de los grandes medios de comunicación y las usinas de derecha- se hará desde el pensamiento y, en una segunda fase, con el fortalecimiento de la industria cultural. Con China, el ministro asomó la posibilidad de ampliar la cooperación en materia cinematográfica, en vista de que la cartelera venezolana está dominada en un 90% por películas de factura hollywoodense: "Eso le hace un daño terrible a las industrias y, especialmente, al venezolano, que ve su mundo condicionado y tamizado por una imposición, en vez de una oferta".

¿Por qué insistir en un flaco cultural en medio de una coyuntura económica tan voraz para Venezuela? Porque el proyecto neoliberal no descuida ese ámbito, responde Ñáñez. "Es fundamental comprender que el plan de aplanamiento del neoliberalismo ya no consiste en que la gente piense de una sola manera, sino en que la gente no piense, para que el consumo sea el que regule nuestra vida, nuestros gustos culturales y la formación espiritual de los pueblos. Hay que revertir ese proceso y eso se hace desde la multipolaridad de una cultura de paz. Sólo así se puede evitar una guerra y el recoloniaje frente a las pretensiones de EE.UU. de caotizar todo lo que no puede controlar".

Nazareth Balbás

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