Wanda Witter, una anciana de 80 años, divorciada y madre de 4 hijos, pasó más de 16 años intentando convencer a la gente que no estaba loca. Según publica un artículo del diario estadounidense 'The Washington Post', la mujer que vivió los últimos años en las calles pidiendo caridad a las afueras de un restaurante de la cadena McDonald's en Washington, no dejaba pasar la oportunidad para contar su historia a todo el que la escuchara. Afirmaba que el Seguro Social le debía mucho dinero, más de 100.000 dólares y que en su maletín tenía toda la documentación que lo probaba.
Una historia salida de un libreto de cine
Todo comenzó cuando Wanda perdió su empleo en la compañía Ingersoll-Rand en Corning, estado de Nueva York, donde trabajaba fabricando turbinas y piezas mecánicas. Este hecho no la detuvo. A pesar de que tenía más de 60 años, inició sus estudios en leyes en un instituto local y se mudó a Washington, donde intentó conseguir un empleo, aunque no le fue bien.
La mujer acudió al Seguro Social y comenzó a recibir cheques por un valor de 300 a 900 dólares al mes. Pero Wanda era muy obstinada, sabía que era un valor mucho menor al que merecía recibir, por lo que reclamó a las autoridades. Al no recibir respuesta, comenzó a devolver los cheques. Su lucha no terminó allí, si no que acudía a las oficinas del seguro, llamaba a los números de asistencia social y enviaba cartas para que alguien atendiera su solicitud. La burocracia era impenetrable.
Cuando no pudo afrontar más los gastos, la mujer se mudó a una casa de indigentes en Washington. Sus hijos la buscaban, pero ella no quería aceptar su ayuda, era muy orgullosa. "No podía irme de acá hasta que me paguen el dinero que me debían", afirmaba la mujer. Su hija le compró un teléfono móvil y le pidió que se mantuviera en contacto. No obstante, Wanda intentó recuperar sus cheques del Seguro Social aunque sea por el valor inicial, pero ya no pudo, pues la oficina del seguro dejó de contactarla por no contar con una dirección fija.
Nunca perdió la fe
Los últimos años, Wanda dormía en la calle, contaba su historia a todos con los que conversaba y afirmaba que tenía las pruebas en su maletín. "Me decían que tirara a la basura mis maletas", recuerda. Todos creían que estaba loca, incluso las autoridades, que le ofrecían ayuda psicológica en lugar de solucionar su problema. Pero ella "debía mantener la cordura" para no perder la cabeza realmente. Por si fuera poco, recientemente tuvo un problema con otro indigente. Intentando ayudar a otra mujer a quien un hombre estaba robándole, recibió un golpe con una silla, que le produjo un corte en la cara y le dejó un enorme moretón en el ojo.
Doce años tuvieron que pasar para que alguien la ayudara. Julie Turner, una trabajadora social de 56 años de edad, comprobó que la mujer tenía razón: todos los documentos que probaban que le debían dinero estaba allí, en su maleta. "Necesitaba ayuda económica, no mental". Es un problema de los indigentes en Washington, sostiene Turner, "muchas veces son considerados dementes, pero en realidad no lo son".
La abogada de Wanda afirma que recibirá un cheque por 99.999 dólares en los próximos días. Por lo pronto, el Seguro Social le ha enviado dos cheques, uno por un valor de 999 dólares en junio y otro por 1.464 hace una semana. Wanda se ha mudado a un departamento, compró un pequeño televisor y una almohada. "Después de tantos años en la calle, me duelen los huesos. Ahora quiero una cama de verdad", aseguró la mujer mientras desempacaba sus cosas en su nuevo hogar.