En relación con la campaña para acabar con las drogas que está llevando a cabo, el presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, ha declarado que está dispuesto a discutir cualquier problema con su homólogo estadounidense, Barack Obama, en el marco de su encuentro programado para el 6 de septiembre en Laos, pero ha advertido que Obama debe escucharle a él en primer lugar antes de tratar la cuestión de los derechos humanos, informa Reuters.
Cuando se le preguntó si estaría dispuesto a hablar sobre derechos humanos con el mandatario estadounidense, Duterte indicó que "depende en qué grado" y apuntó que Obama primero debe entender los problemas a los que Filipinas se enfrenta. "Ellos deben entender el problema primero antes de hablar de los derechos humanos. Yo insistiré, escúchame: este es el problema, entonces ya podemos hablar", dijo.
Las declaraciones llegan después de que Washington expresara su preocupación por la matanza masiva de narcos llevada a cabo por Duterte, que ya ha dejado más de 1.900 muertos desde que llegó al poder el pasado mes de mayo. Las relaciones de ambos países se vieron tensadas cuando el pasado 5 de agosto Duterte empleó epítetos ofensivos, como "hijo de puta" y "gay", al acusar al embajador estadounidense en Filipinas, Philip Golberg, de interferir en los asuntos de su país.
- Tras ganar las elecciones en mayo, Rodrigo Duterte lanzó una macabra llamada a sus conciudadanos: "Si conocen a algún drogadicto, mátenlo, ya que sería demasiado doloroso pedir que lo hagan sus padres". Duterte asegura que las matanzas durarán "hasta el último día de mi mandato, si estoy vivo para entonces".
- Desde el comienzo de su mandato y su campaña para acabar con las drogas, más de 1.900 personas —en su gran mayoría narcotraficantes y drogadictos— han muerto a manos de la Policía, las fuerzas de seguridad y las milicias ciudadanas que patrullan las calles.
- Los métodos del presidente filipino han sido criticados por Naciones Unidas y EE.UU., que acusan a Manila de violar los derechos humanos y han amenazado con sancionar al país asiático e, incluso, expulsarlo de la ONU.