'Bolívar Vive': Una comunidad venezolana amasa el sueño de Hugo Chávez
Cuando cantaron los gallos, el 14 de febrero de 2012, Cuellar (todos lo llaman por su apellido) ya se alistaba para colar el primer café del día. El aroma salía de la cocina e inundaba la casa.
Llevó la jarra humeante hasta la mesa del comedor, buscó la taza que usa únicamente en las mañanas y la llenó hasta arriba. Hombre de costumbres férreas, no interrumpe jamás el ritual del primer café del día. "Fuerte pa´ que quite el sueño", dice.
Luego se levantó, fue a afeitarse, vistió pantalón, camisa y luego se sirvió el desayuno. Lo mismo que su abuelo y su padre, Cuellar hunde el pan dulce en una segunda taza de café -esta vez con leche- todos los días.
Hace más de 40 años que se mudó a 'Las Torres', la favela más alta de la parroquia La Vega, asentada al centro-oeste de Caracas. Y este febrero, por primera vez, pudo desayunarse con un pan recién salido del horno.
Fue él, el primer cliente de la panadería comunitaria Bolívar Vive que aquella mañana había sido inaugurada.
Hasta ese día, si Cuellar o cualquiera de sus vecinos quería comerse un pan, tenía que salir de su casa, caminar hasta la parada, esperar un 'jeep' que sirve de transporte públicoy recorrer cerca de siete kilómetros para llegar a la panadería más cercana; luego hacer el mismo trayecto de vuelta.
Así que cuando pagó el pan dulce de medio kilo, por la mitad del precio que lo pagaba en otras panaderías; agradeció a Domingo -que fue quien lo atendió- y se marchó recitando un refrán popular: '¡Las penas con pan son menos!'
Antes de amasar el pan
Domingo recibió los billetes de Cuellar por el primer pan vendido en la panadería comunitaria. Empuñó los billetes, los besó y luego los elevó como cuando los futbolistas dedican su gol a los cielos.
Ese primer pan cerraba un ciclo difícil, con muchos contratiempos, "pero que nos enseñó muchas cosas. La más importante: a no rendirnos", contó a RT.
25 años atrás, Domingo Rodríguez hizo lo que muchos pobladores actuales de esa parroquia, migrar. Él dejó la ciudad de Mérida, en los andes venezolanos, para buscarse la vida en Caracas.
Aterrizó, por así decirlo, en La Vega y en poco tiempo fue conocido entre sus vecinos por ser lo que hoy llaman: activador social. Siempre dispuesto, siempre colaborador, atendió el llamado de Hugo Chávez a darle cuerpo al Poder Popular.
Fue uno de los fundadores del Consejo Comunal 'Los Jardines'. Acompañó cada jornada que posibilitó la creación de otros 15 consejos comunales en barrios vecinos y ahora trabaja para la conformación de la Comuna. Pero antes del 2012, Domingo, al igual que otros de sus compañeros, estaba desempleado.
En su cabeza daban vueltas unas palabras que le escuchó al comandante Hugo Chávez, en un acto con jóvenes: "El trabajo debe ser liberador, así como la educación, no para servirle a la burguesía, ni para mantener la explotación del hombre por el hombre".
¿Trabajo liberador? ¿Qué será eso? – Se dijo-.
Una idea tras otra
La respuesta le llegó en una asamblea del Consejo Comunal. Se les informó que el Gobierno del Distrito Capital estaba tras la pista de proyectos elaborados por la comunidad, que cubrieran alguna necesidad real y que necesitaran financiamiento.
"Una farmacia", fue lo primero que se les ocurrió, relata Domingo. Trabajaron en varias jornadas escribiendo y discutiendo el proyecto, pero de pronto leyeron en la prensa que el gobierno nacional estaba creando farmacias populares, así que desestimaron ese proyecto.
Un par de días más tarde, sentados frente al abasto de Fidel, vieron bajar a Cuellar de un 'jeep' con una bolsa de pan… y ahí estaba la idea que necesitaban.
Manos a la masa
Acudieron nuevamente a la asamblea de la comunidad para proponer el cambio del proyecto. Hubo unanimidad.
El proyecto del Consejo Comunal fue delegado a un grupo heterogéneo de vecinos, que se hacen llamar brigadistas: Domingo Rodríguez, Blanca Fariñas (ama de casa y madre de 4 hijos), María Lourdes Calderón (ama de casa, madre de 5 hijos), Mauricio Medina (estudiante de 22 años de edad), Luisa Natera y Erick Montenegro.
Ninguno, relata Domingo, había siquiera intentado hacer un pan en su vida y mucho menos administrar una panadería.
Caminaron de panadería en panadería preguntando, esperando que algún dueño o trabajador les diera información. Tenían que saber los nombres de las máquinas, de los implementos de trabajo y hasta de los ingredientes.
La solidaridad vino "de los trabajadores de las panaderías que amablemente nos daban la información", cuenta Domingo.
En colectivo
¿Qué nombre darle a la panadería? Para el Consejo Comunal 'Los Jardines' la respuesta estaba en el aire, era como respirar.
El poeta del pueblo chileno, Pablo Neruda le puso letras a ese sentimiento popular que, en Venezuela, se llama Bolívar: "Todo lleva tu nombre, padre, en nuestra morada: tu apellido la caña levanta a la dulzura, el estaño bolívar tiene un fulgor bolívar, el pájaro bolívar sobre el volcán bolívar (…) tu herencia es el pan nuestro de cada día, padre".
Y Bolívar se llamó. Aunque María Lourdes, una de las trabajadoras aclara: No es una panadería, es una Empresa de Propiedad Social (EPS) Directa Comunitaria.
Bolívar, la escuela
En Caracas se cuentan 16 panaderías comunitarias asociadas en una red, que les permite enfrentarse en bloque a la especulación. La unidad permite que sus panes lleguen a sus comunidades mucho más accesibles.
Las ganancias de la panadería Bolívar Vive se reparten en: salarios, producción del pan y el resto va a la comunidad para ser invertido en las necesidades más apremiantes.
No existe la división social del trabajo. Cualquiera de ellos aprendió a atender a quienes compran, también a rendir el dinero para los ingredientes, incluso a amasar y preparar los 40 tipos de pan y otros productos que salen de sus hornos.
Blanca Fariñas lo traduce de esta manera: "Todo se discute en asamblea. Nadie pasa por encima de otro y si uno no está de acuerdo, seguimos debatiendo hasta conseguir un consenso. Así trabajamos. Y esta forma de decisiones también las aplico en mi casa, con mi familia".
Una familia que ahora es una comunidad. Una comunidad que mañana tras mañana, amasa el sueño de Hugo Chávez.
Ernesto J. Navarro