Hace 40 años, cuando eran niños, los campesinos del pequeño pueblo de Tocuila nadaban en el agua del sistema lacustre que albergó al señorío mexica y a la ciudad de Tenochtitlan. Hoy, tras varios proyectos de desecación que literalmente chupan el agua de esta cuenca lacustre —algunos tan viejos como la propia Ciudad de México—, los campesinos miran una amplia llanura salitrosa.
Sin embargo, estos herederos de las costumbres del antiguo señorío de Texcoco, famoso por ser la cuna del rey poeta Nezahualcóyotl, todavía trabajan esta tierra. De ella sacan alga espirulina y espárragos, frijol y nopales, haba y maíz: el principal alimento en México desde tiempos prehispánicos.
Antes, los ejidatarios de Tocuila —lugar de gusanos gordos en náhuatl—, propietarios de la tierra en colectividad, comían también los animales de la antigua laguna. Hoy es difícil encontrar el festín autóctono de las especies locales de nombres prehispánicos como axolote, ahuautle y acocil.
"De eso nos sosteníamos de chamacos (niños). Era sabroso. Por eso el agua es lo principal para los pueblos", recuerda Agapito Castillo, de 72 años, ejidatario de estas tierras.
Agapito cuenta que en 1942, Tocuila consiguió los papeles de reparto de tierra exigido por los campesinos después de la revolución mexicana, aunque ya habitaban el lugar anteriormente, desde tiempos inmemoriales. De sus terrenos a la laguna caminaban dos kilómetros. Colocaban redes y pescaban. Esa época ya pasó.
Sin embargo, para Castillo, el lago de Texcoco dejó de ser el riñón de la Ciudad de México cuando fue desecado. Después de ser reforestado, se convirtió en un pulmón; pero sigue en peligro.
Castillo asevera que la desecación no sólo afecta a los pueblos de la orilla del antiguo lago, afecta igualmente a la ciudad, que cada año se hunde 30 centímetros.
"La ciudad sin riñón y sin pulmón, está destinada a morir" sentencia Agapito.
Zeferino Ruiz, uno de los ejidatarios más grandes del pueblo, también cuenta a RT que la laguna abarcaba desde el municipio mexiquense de Chimalhuacán hasta el pueblo de San Salvador Atenco, unos 23 kilómetros.
Pero el gobierno abrió un canal para descargar el agua del lago, cuenta Zeferino, quien, al momento de la publicación de este reportaje, se encuentra hospitalizado.
Hombres armados allanaron la casa de ejidatario de Tocuila que se niega a vender sus tierras@AtencoFPDT ** https://t.co/fidxDqzIrL— Somos el Medio (@Somoselmedio) September 30, 2016
La mañana del lunes 26 de septiembre, Zeferino Ruíz fue atacado por hombres que portaban armas de fuego. El Centro de Derechos Humanos Zeferino Ladrillero —la única organización independiente del estado de México— lanzó un comunicado denunciando los golpes que Zeferino Ruíz y su hijo recibieron en la cabeza con la culata o empuñadura de la pistola y las fracturas producidas en su rodilla derecha causadas con un martillo. Al ejidatario de 86 años le robaron dinero y los papeles que lo acreditan como propietario de su tierra.
Todo al revés
Siempre que hay un problema ambiental en la Ciudad de México, existen dos opciones: la opción natural y convivir con el entorno, o la intervencionista, que es tirar concreto y vencer a la naturaleza, explica en entrevista para RT el científico y conservacionista Exequiel Ezcurra, especialista de la Universidad de California en Riverside.
Ezecurra, quien ha escrito importantes libros como 'De las chinampas a la megalópolis' (1991) y 'La cuenca de México: aspectos ambientales críticos y sustentabilidad' (2006), asevera que irremediablemente, siempre gana la opción intervencionista sobre la ciudad.
El científico cuenta que, en tiempos de Tenochtitlan, la población convivía con las lagunas y ríos que la rodeaban. Inclusive, los mexicas usaba estos cuerpos de agua su favor para transportar cosas. Una trajinera, barca usada en los canales de la ciudad, podía llevar hasta cinco toneladas de productos con el trabajo de una persona.
En resumen, existía una convivencia entre los lagos y la civilización existente, organizada alrededor de las chinampas; un sistema de siembra en terrenos pequeños construidos con piedra, cañas y tierra encima del lago. En ellos se cultivaban verduras y flores.
Ezecurra considera a las chinampas como uno de los métodos de siembra más efectivos del mundo.
¿Son las chinampas un ejemplo de sustentabilidad del futuro? https://t.co/eH3d5RmLv7— Ivan Hernández (@Anzeio) September 28, 2016
"Los españoles venían de la meseta árida castellana trataban de duplicar en México el paisaje y ambiente. Consideraban que los canales y agricultura era cosa de indios, que se les consideraba culturalmente inferiores", relata Ezecurra.
Después de dos o tres inundaciones, los españoles se avocaron a desecar la cuenca del Valle de México. Cuando el alemán Alexander von Humboldt, un polímata y viajero esencial para el desarrollo de la geografía mundial, llega en el siglo XVIII a México, visita los trabajos de desecación del lago.
Humboldt escribió un libro titulado 'Ensayo político sobre la Nueva España', en el que explica que para construir los grandes palacios de la Ciudad de México, los españoles talaron buena parte de los bosques ubicados en las montañas que la rodeaban; la tala ocasionó erosión de laderas y avenidas de agua.
El viajero alemán dedica un capítulo al túnel de Nochistongo, un complejo sistema de canales que parte del lago de Texcoco y cruza los estados de México, Hidalgo y Puebla. Humboldt describe que las autoridades del virreinato usaron tecnología de minas para sacar el agua de la cuenca mediante un canal. Si bien el plan falló, después fue recomenzado con los planes de un europeo de nombre Enrico Martínez, quien planteó un proyecto demencial que implicaba la movilización de miles de personas, quienes murieron en los trabajos para realizar el tajo.
El valle de México y al fondo los restos del lago de Texcoco y los volcanes. Foto: M Ramos. 1905 @webcamsdemexicopic.twitter.com/HezeM8MZfH— Tlatoani_Cuauhtemoc (@Cuauhtemoc_1521) September 11, 2016
Después de la guerra de Independencia de México, la desecación del lago fueron interrumpidos. El general Porfirio Díaz, quien gobernó México durante 30 años, retoma el proyecto del tajo de Nochistongo. Díaz inauguró la obra en el centenario de la independencia del país acompañada de un nuevo túnel, el de Tequisquiaco.
Finalmente, explica Ezecurra, en la década de 1950, el gobierno mexicano decidió continuaron los proyectos de desagüe y se abasteció de agua mediante el sistema de tubos Lerma-Cutzamala, provenientes del vecino Estado de México. El experto expone que la mejor opción era organizar la captura de agua de lluvia, ya que la capital mexicana es una de las ciudades con mayor nivel de precipitaciones en el mundo, como se muestra en el siguiente reportaje de el diario británico 'The Guardian'.
En La Ciudad de México, el agua de lluvia consumible va al drenaje rumbo al estado vecino de Hidalgo y el agua dulce llega del estado de México, explica Ezecurra.
"En ambos casos exportamos el problema", ironiza.
Un nuevo aeropuerto donde estuvo el lago
Hoy, los ejidatarios de Tocuila, y sus pueblos vecinos de Atenco y Nexquipayac, se enfrentan a un proyecto que podría ser el último de los embates contra el viejo vaso del lago de Texcoco. El primero de septiembre del 2013, el presidente Enrique Peña Nieto anunció la construcción del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México (NAICM) en una zona federal ubicada en los terrenos donde se ubicaba el sistema lacustre.
Como ya lo reportó RT, el proyecto del nuevo aeropuerto fue anunciado con bombo y platillo. Supuestamente, el NAICM generará 160.000 empleos, traería la "modernidad" a la región y respetarían a comunidades y colonias aledañas.
Sin embargo, los ejidatarios califican el proyecto como "sumamente expansivo", y temen que esté acompañado de una serie de desarrollos los cuales, hasta hoy, se encuentran en la opacidad: unidades habitacionales, plazas comerciales, autopistas.
"Sí, es el proyecto del aeropuerto que quieren sembrar ahí. Y otro, la urbanización. Es un 'genoecocidio'", opina el campesino Raúl flores Venegas, hijo de ejidatarios.
"El lago está considerado como un vaso regulador de captación de agua y eso es para recargar el manto freático" cuenta Flores.
Y es que el plan de construir un aeropuerto en el estómago del viejo lago no es reciente.
El 22 de octubre del 2001, el Gobierno del conservador Vicente Fox lanzó contra estas comunidades un decreto presidencial para expropiar sus tierras. El Gobierno federal ofrecía 7 pesos con 20 centavos el metro cuadrado (menos de medio dólar) y 25 pesos (1,29 dólares) el metro de tierras de riego como compensación. Una burla. Después de casi un año de oposición, los campesinos frenaron el proyecto.
El 3 y 4 de mayo del 2006, miles de policías entraron a los pueblos de la laguna en un operativo policial que dejó un saldo de dos muertos y más de 200 detenidos. El Gobierno mexicano enfrenta actualmente denuncias ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos por el caso Atenco, de acuerdo con el diario 'La Jornada'.
Vuelta a la ciudad lacustre
Al finalizar el siglo XX, arquitectos mexicanos como Teodoro González de León, fallecido el pasado 16 de septiembre, propusieron el proyecto 'Vuelta a la ciudad lacustre', el cual consistía en recuperar los lagos del fondo de la cuenca, un sistema de urbanización distinto. Ya en 1965 el arquitecto Nabor Carrillo propuso el 'Proyecto Lago de Texcoco, rescate hidrológico'.
A raíz de este proyecto fue construida una laguna que lleva el nombre de su creador. Ambos planes están plasmados en el plan de ordenamiento del territorio de la laguna, el cual establece que no es viable la creación de infraestructura en la región por la presencia de humedales que mantienen procesos biológicos.
Diversos expertos y hasta el ex titular de la Comisión Nacional del Agua, el organismo mexicano encargado de administrar y proteger las aguas nacionales, advierten que el proyecto es "inconstitucional, muy costoso y de altísimo riesgo", como lo consiga la revista 'Proceso' en la siguiente entrevista.
El joven biólogo Fernando Córdoba es miembro de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad; coordina una comisión para analizar las manifestaciones de impacto ambiental de proyectos de infraestructura en México.
Córdoba Relata a RT que, a su juicio, el principal problema del aeropuerto es que agravará la falta de agua:
"Estamos siguiendo con la tendencia de no manejar el agua en esta cuenca y generando infraestructura en la zona donde podría garantizarse seguridad hídrica, estamos sacrificando el recurso más sagrado de la ciudad haciendo el aeropuerto ahí".
También advierte de la existencia de una "aerópolis", que no sólo implica la construcción de pistas, sino una ciudad con comercios y convenciones para satisfacer las necesidades de turistas de todo el mundo.
"Es obvio a quién va la preferencia sobre uso de agua y va a generar conflicto. Además, poner un aeropuerto encima es algo irreversible", juzga.
Y sigue lloviendo
Al salir por la carretera que cruza Ciudad Nezahualcóyotl, ejemplo paradigmático de ciudad popular que se inunda, cambia la fisionomía del paisaje y aparecen enormes terrenos donde se levanta el color verde de las plantas que crecen en el estómago de la vieja laguna. Tras avanzar por la autopista dos o tres kilómetros, aparecen bardas con postes de luz con celdas solares. En los últimos cinco meses, camiones van y vienen frenéticamente con material de construcción donde antes sólo había agua y arbustros. Ahora es común encontrar aquí camionetas de la Policía Federal mexicana resguardando estos trabajos.
Hace un mes, el campamento que los ejidatarios de Tocuila mantenían en sus terrenos a orillas de la autopista fue destruido por jóvenes que, denuncian, se encontraban alcoholizados, reportó 'La Jornada'. Así es la vida hoy en estas comunidades.
En Tocuila, además del aeropuerto, los ejidatarios enfrentan desde abril de este año la construcción de la autopista Texcoco-Pirámides, que prácticamente divide sus tierras de labor. La inserción de la carretera y el aeropuerto ha dividido a las comunidades del lago.
"Yo trabajé en él aeropuerto actual. Entraba a las ocho y a la media hora me dolía de cabeza. Es una terminal y el ruido del motor no se aguanta; vibra hasta el corazón" dice Castillo.
Camiones tiran piedra para rellenar la tierra lodosa del lugar, compactando el terreno del valle. Los ejidatarios de Tocuila sospechan que, después de la carretera, les serán arrebatadas 400 hectáreas para construir hoteles. También temen por la apertura de pozos que no serán de riego, sino para continuar con los trabajos de construcción.
"Al poner la plancha de concreto ya dejaría de captar agua, más la que van a sacar para el proyecto", se lamenta Flores.
Comienza a llover en el centro de Tocuila. A nuestras espaldas se encuentra el Museo Paleontológico, uno de los mayores yacimientos de huesos de mamut en todo el continente, ubicado en este pequeño pueblo, cercado por megaproyectos. Antes de partir del lugar, Castillo cuenta:
"Nos dejan sin tierra, como cuando era muy pequeño, cuando existía el lago. Y si nos quitan todo eso, ¿cómo vamos a hacerle? Muchos se ambicionan por el dinero, por eso venden la tierra; pero para nosotros es la madre tierra, junto con la laguna".
Al-Dabi Olvera