La finalización por parte de Rusia de la instalación de un sistema integral de defensa aérea en Siria ha convertido en mucho más remoto que la Administración de Obama se atreva a atacar por aire a las fuerzas del Ejército nacional. Además, el despliegue ha establecido un obstáculo importante para la creación de zonas de exclusión aérea en Siria, por las que abogan tanto Hillary Clinton como Donald Trump, señala un reciente artículo de 'The Washington Post'.
El despliegue de baterías de misiles móviles S-400 y S-300, junto con otros sistemas de más corto alcance, le da a Rusia ahora la capacidad de derribar aviones y misiles de crucero en un rango de unos 400 kilómetros en todas las direcciones desde el oeste de Siria. De hecho, varios sistemas antiaéreos rusos cubren prácticamente todo el país, además de una parte significativa de Turquía, Israel, Jordania y el Mediterráneo oriental.
"No tenemos la seguridad de que alguno de nuestros aviones sea capaz de superar a los S-300", afirmó un oficial con respecto a las capacidades de avanzados cazabombarderos furtivos F-35.
Otras posibilidades que baraja el mando del Pentágono contemplan un aumento significativo de suministros de armas a los kurdos y el incremento en cantidad y calidad de las entregas de armas a los rebeldes en Alepo.
El Ministerio de Defensa ruso anunció el pasado 4 de octubre la instalación en su base naval de Tartus, en la costa siria del Mediterráneo, de varias baterías de misiles antiaéreos S-300 para cubrir la base y la agrupación naval rusa que opera en la región.
Moscú ya había instalado los sistemas S-400 de largo alcance (que se unían a los sistemas de corto alcance Pántsir) después del incidente con el bombardero ruso Su-24, derribado por cazas turcos F-16.