"Si hubiese ganado Hillary, yo tendría más certeza sobre las respuestas", confiesa el analista político Sergio Rodríguez Gelfenstein en entrevista a RT.
Aventurar las consecuencias que tendrá para Latinoamérica el reciente triunfo de Donald Trump en las presidenciales norteamericanas es prematuro. Resulta imposible, advierte el analista, incluso si sólo se toman en cuenta sus promesas de campaña: "porque hasta contradictorias fueron".
"Hay que ser cautos y esperar. Por ahora, es difícil determinar la magnitud de los cambios que prevé hacer Trump como para sacar previsiones de mediano o largo plazo", indica Rodríguez Gelfenstein, exdirector de Relaciones Internacionales de la Presidencia de Venezuela.
Política migratoria
Lo más evidente es quizá la política migratoria. El tono cáustico de Trump con respecto a los inmigrantes mexicanos y su promesa de construir un muro que separe el territorio de EE.UU. permite adelantar que su relación no será la más amistosa con ese país. Al menos en el discurso.
Después de que el presidente Barack Obama incumpliera su promesa de promulgar una reforma migratoria, el panorama para la comunidad mexicana en EE.UU. -cercana a los 34 millones de habitantes- es sombrío con Trump en la Casa Blanca. Pero Rodríguez Gelfenstein hace una salvedad: "una cosa es lo que se dice en campaña y otra lo que efectivamente se ejecuta".
"El muro, por ejemplo, es inviable porque le va a costar unos ocho mil millones de dólares y no creo que los contribuyentes o el Congreso estén de acuerdo en destinar un presupuesto de ese calibre para una iniciativa como esa. Lo que sí es cierto es que México va a ocupar al menos 50% de la política exterior norteamericana en América Latina". El resto de los países permanecerán como nota al margen.
La salida de órbita de la región como prioridad en la agenda de EE.UU. ya se advertía desde la carrera presidencial. ¿La señal más clara? Ninguno de los candidatos enfocó su discurso, de manera sostenida, a las coyunturas latinoamericanas.
El analista estima que Trump se concentrará en la política interna y en los temas de interés global, que a su juicio son tres: Medio Oriente, Ucrania y el mar del Sur de China. En esa línea, vaticinó que el gobierno republicano pujará por desestructurar los acuerdos de libre comercio "y eso es mucho más peligroso que el muro" porque las consecuencias económicas para países altamente dependientes será mayúscula.
Tan lejos de Trump
La esporádica mención de Trump a Latinoamérica pareciera indicar que la región termina donde empieza México. Esa es una noticia nada favorable para países como Colombia, Chile o Perú, que durante los últimos años habían profundizado su intercambio con EE.UU. con tratados de libre comercio.
La evidencia más patente es en el comportamiento negativo de los mercados y la depresión de las monedas locales. "El ambiente que hay es de total desconcierto. Esos países todavía están en conmoción y no tiene capacidad, por ahora, de explicarse qué pasó para tratar de buscar respuestas propias", agrega Rodríguez Gelfenstein.
"Para el americano promedio, Irak, Afganistán o Siria no son temas de interés, mucho menos América Latina. Eso lo supo Trump y por eso tuvo un discurso que le permitió ganar las elecciones conquistando a la clase media. Les habló de soluciones concretas a los temas que afectaban su estado de bienestar".
Trump prometió no suscribir más acuerdos de libre comercio y robustecer una política comercial proteccionista. La primera víctima anunciada de esa estocada es el Tratado Transpacífico. Si es coherente con esa vía, muchos países de la región tendrán que reconfigurar sus alianzas, prevé el analista.
Oportunidad
"Vamos a dejar de tratar de construir democracias extranjeras, derrocar regímenes e intervenir imprudentemente en situaciones donde no tenemos derecho de estar", dijo Trump en la víspera de su triunfo. Aunque eso está por verse, podría ser una oportunidad para que la izquierda le dé aliento a su debilitada influencia.
"El gobierno de Obama se puede comparar al peor de los gobiernos republicanos en materia de injerencia (...) Esa agresividad tuvo que ver con la presencia de Clinton como secretaria de Estado", recuerda el analista, para quien la presencia de Trump pudiera significar un viraje con respecto a la manera en que EE.UU. quiere posicionarse en el mundo.
Ese reacomodo no implica una renuncia a sus pretensiones imperiales, sino un cambio de forma: "Trump está pensando, un poco sin querer, en el proyecto estratégico de ser una potencia económica, pero no militar".
Para el ex director del Relaciones Internacionales de la presidencia de Venezuela, el cambio de estrategia generará cambios profundos en este lado del Hemisferio y su cauce "podría depender de la capacidad que tenga el movimiento popular para conducirlo"
"Es una oportunidad que pueden aprovechar, aunque no estoy seguro de que se pueda avanzar en ese objetivo. Ahora, ¿más integración para hacer frente a Trump? Es una posibilidad".
La incertidumbre, agrega Rodríguez Gelfenstein, tiene que ver con que la falta de compromisos aparentes del nuevo mandatario estadounidense: "La gran prensa y el sector financiero apoyaron a Hillary, pero a Trump no. Así que los cánones tradicionales no sirven para evaluar el panorama".
Sin pecar de optimista ni escéptico, el analista repite la frase que esgrimió en 2008, cuando la región veía con un dejo de esperanza los albores del gobierno de Barack Obama: "no existe un imperio bueno".
Nazareth Balbás