El asedio de la coalición estadounidense y las tropas del Ejército iraquí sobre la ciudad de Mosul (Irak), que fue tomada en 2014 por el grupo terrorista Estado Islámico, pone al descubierto la evidente escasez de bienes de primera necesidad para el millón de residentes que aún habita la ciudad y que temen que la situación se alargue todo el invierno, lo que los condenaría a padecer frío y hambruna, informa Reuters.
Los temores son fundados debido al bloqueo de los accesos por tierra a la urbe, cortados la semana pasada al paso de la ayuda humanitaria, y a los lentos progresos de la coalición en reconquistar esta ciudad, que actualmente sufre largos cortes de agua, escasez de comida y de combustible desde que el Gobierno de Bagdad iniciara la operación militar el pasado 17 de octubre.
El bloqueo de suministros, que llegaban en su mayoría desde Siria y abastecían a los yihadistas, ha provocado que los precios de los alimentos se disparen en Mosul, haciéndolos prácticamente inaccesibles para la gran mayoría de sus habitantes, que son en su mayoría pobres. Algo similar ocurre con el agua, pues la tubería principal que dotaba de agua la ciudad quedó dañada durante las refriegas y su reparación resulta imposible porque se halla en plena zona de combate.
La operación de asedio y conquista, en la que participa un contingente de unos 100.000 soldados del Ejército iraquí, se topa con el problema de no poder emplear artillería pesada ni ataques aéreos porque los terroristas parapetados en la ciudad, entre 5.000 y 6.000 según estimaciones gubernamentales, utilizan civiles como escudos humanos para impedir este tipo de ofensivas.
Asimismo, los yihadistas han sembrado la ciudad de trampas, lanzan ataques suicidas con coches bomba y ofrecen suficiente resistencia como para repeler a las tropas iraquíes e impedir su incursión en el interior de Mosul.