Rex Tillerson, oriundo de Texas y presidente ejecutivo de la petrolera estadounidense Exxon Mobil carece a sus 64 años de 'antecedentes' diplomáticos, ostenta un importante galardón ruso, y es un enemigo de la poderosa saga de los Rockefeller.
En el próximo jefe de la diplomacia de EE.UU., Donald Trump ve a un representante fiable de las grandes empresas nacionales, así como a una persona con amplia experiencia en la cooperación con Rusia, además de a un ferviente opositor del Protocolo de Kioto.
Pero además, este ejecutivo de Exxon Mobil, que en 2015 ocupó el puesto 25.º entre las personas más influyentes del mundo, según Forbes, y que fue autor de una transacción que abrió a la petrolera el acceso a los recursos en el Ártico ruso, tiene en su haber el mérito de haber desafiado al poderoso clan financiero de los Rockefeller.
¿Cómo estalló el conflicto?
Ocurrió en 2008, cuando las cotizaciones del petróleo estaban batiendo todos los récords, llegando a los 140 dólares por barril, y la familia Rockefeller [entonces accionista importante de ExxonMobil y uno de sus creadores] que, sin duda, disponía de información privilegiada sobre la crisis que se avecinaba, propuso a los accionistas de la petroler cambiar la política y la filosofía de la empresa.
Un grupo de funcionarios que representaba a los Rockefeller y que contaba con el apoyo de 300 representantes del clan pidió a la empresa que se tomara en serio la amenaza del calentamiento global, redujera las emisiones nocivas y aumentara la investigación sobre las fuentes de energía alternativas y renovables, como turbinas eólicas y paneles solares.
Y fue, precisamente, en ese momento cuando afrontaron una resistencia inesperada de la junta directiva de ExxonMobil, una resistencia que encabezó Rex Tillerson.
El intento de 'castigo' que emprendió la 'familia' implicaba privar a Tillerson del puesto de presidente del Consejo de Administración, nombrando para este cargo a un candidato 'independiente', es decir, a 'un hombre del clan'. Los medios de Estados Unidos no dudaban de la victoria del poderoso clan. Pero se equivocaron, ya que Tillerson fue capaz de mantener su influencia en la junta directiva y no solo suspendió el programa de reformas propuesto por los Rockefeller, sino que mantuvo su cargo en la compañía.
Fue a partir de ese momento que uno de los grupos financieros más poderosos del mundo emprendió una guerra no declarada contra Exxon y Tillerson. Para ello, la Fundación Rockefeller financió la investigación InsideClimate News y de la Columbia University Journalism School, de la que salieron varios informes desfavorables sobre el papel de la empresa en la contaminación del medio ambiente y apoyó a los ecologistas de Greenpeace, entre otras iniciativas.
En 2015 los fiscales de Nueva York, con los Rockefeller detrás, lanzaron una investigación de las actividades de Exxon, pero sin resultado alguno. Al final, los Rockefeller emitieron un comunicado sobre su intención de abandonar a corto plazo las empresas que participan en la extracción del petróleo y carbón y, en primer término ExxonMobil, empresa creada por ellos. Y, a fin de cuentas, Tillerson salió victorioso de aquel 'duelo'.