"La experiencia con yagé es un encuentro-conversación con uno mismo, y con tus miedos", cuenta Vanessa Pereira, una venezolana residenciada en Brasil.
El yagé o la ayahuasca es una mezcla indígena milenaria, hecha con dos hierbas amazónicas: la Banisteriopsis Caapi y la Chacruna o psychotria viridis, un potente psicotrópico que contiene dimetiltriptamina (DMT). Su ingesta se hace en rituales chamánicos, guiados por "taitas". Sin embargo, su esencia mística ahora se han convertido en una "moda" que atrae a cientos de turistas a países como Perú, Colombia y Venezuela, y que se reproduce de manera prolífica por celebridades en EE.UU. Su nombre, en quechua, significa "soga de muerto".
Un trabajo realizado por la Revista Semana, detalla que en la última década la popularidad de la bebida congrega a las estrellas de Hollywood "desde Sting hasta Lindsey Lohan, pasando por Paul Simon y Tori Amos". Pero, ¿a qué se debe su atractivo?
El botón de "reset"
Vanessa se inició hace cinco años en el ritual del yagé en Caracas. "Las ceremonias se hacían desde hace mucho tiempo atrás en otros estados del país, de hecho, en Margarita hay una iglesia del Santo Daime donde se usa la ayahuasca, pero el rito es diferente. Lo que se experimenta es difícil de explicar porque cada persona tiene su proceso personal, de acuerdo con su experiencia de vida, traumas, temores".
Ella cuenta que es un proceso introspectivo, íntimo y purificador: "Yo siempre digo que es como apretar un botón de reset en el cerebro y en el cuerpo. Cada vez que salía de una toma de ayahuasca me sentía limpiecita de todo mal". Los efectos, que se sienten media hora después de la ingesta, pueden ir desde visiones, vómitos, mareos o llanto.
El ritual varía de acuerdo a cada chamán. "Por lo general tiene más o menos la misma estructura: la gente llega, el Taita hace la bendición de yagé con oraciones e ícaros, se hacen filas y las personas van tomando poco a poco, y luego cada quien busca su espacio para sentarse en silencio y relajarse, esperando que el yagé empiece su trabajo. Es una experiencia única que alimenta el alma muchísimo. Todas mis experiencias fueron positivas y maravillosas", detalla Vanessa.
Tomar yagé produce un estado de conciencia alterada al combinar una sustancia antidepresiva con un fuerte alucinógeno, lo que facilita -por ejemplo- el trabajo para el tratamiento de trastornos psicológicos, emocionales, comportamientos delictivos o adicciones a las drogas, refiere un reportaje de El Mundo.
Sin embargo, los controvertidos efectos psicotrópicos de la ayahuasca la tienen en un limbo legal: en muchos países de Suramérica no se regula su uso, en EE.UU. aún no cuenta con los permisos ante la FDA para su distribución legal y en naciones como Francia está completamente prohibida. ¿El resultado? Gran oferta de ritos en Latinoamérica, su ingesta soterrada (y muchas veces no supervisada) y las estafas de supuestos "chamanes" en naciones donde no está reglamentada.
Mercantilización
"Yo fui por primera vez por invitación de mis amigos, pero ya la cosa es tan normal que en Facebook puedes encontrar varios grupos donde te informan de las ceremonias. Para participar solo es eso: informarse, reservar el cupo, y el dia de la toma, llegar, pagar y despegar", narra Vanessa a RT.
La oferta para rituales abunda en Caracas. A través de internet es fácil llegar a las "tomas" del brebaje y, en Caracas, muchas se realizan "terapias de sanación" en el cerro Ávila. Para asistir hay que cumplir requisitos como ingerir una dieta especial y no consumir alcohol en los días previos al ritual.
Pero su fácil acceso también ha sido denunciado como la mercantilización de una práctica ancestral. En octubre pasado, en Brasil, se realizó la segunda Conferencia Mundial de la Ayahuasca, en la que se denunció que la tradición está en riesgo por las décadas "de explotación predadora de las dos especies vegetales que componen" la bebida, lo que ha significado un riesgo para la selva amazónica.
El precio de los rituales, en países como Perú, ronda los 60 dólares para una sola toma y hasta 500 por varias, que se ofrecen en paquetes turísticos que incluyen estadía en una especie de retiro espiritual. La bebida se ingiere, usualmente, por la noche.
El crecimiento de los adeptos a la bebida ha despertado el surgimiento de un lucrativo negocio por el que ya hay disputas legales. El año pasado, una comunidad indígena colombiana denunció a la ONG Ayahuasca Internacional, en Argentina, por supuestamente manipular el "patente del yagé".
"El yagé no es para vender, no es para publicarlo, el yagé es para tomarlo como pueblo porque e nuestro patrimonio de vida", alertó la comunidad. La ONG -que realiza excursiones con turistas a las zonas selváticas de Colombia para tomar Ayahuasca- consideró que la denuncia era una "difamación" para cobrarles dinero por usar las plantas ancestrales que se mezclan en la bebida que comercializan.