Venezuela planea reconstruir su emblemático y misterioso hotel

Oculta en la densa niebla de la montaña más alta de Caracas, se encuentra una torre circular anclada en el tiempo. Se trata del que fuera uno de los hoteles más importantes de la década de 1960 en Venezuela, el Humboldt, considerado un ícono de la ingeniería y arquitectura venezolana.

De 19 plantas y 70 habitaciones, el edificio está en lo alto del cerro Ávila a más de 2.100 metros sobre el nivel del mar. Inaugurado en 1956, durante la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez, este hotel cinco estrellas ha vivido varios ocasos y casi ningún esplendor. En los años 1960 los gobiernos cedieron el hotel a la cadena Sheraton, pero la franquicia fracasó y decidió cerrarlo. Dos décadas después fue reabierto junto al sistema teleférico y convertido en escuela de turismo, lo que deterioró ostensiblemente sus instalaciones. Fue privatizado en 1998 pero la restauración no se concluyó.

Como sucede con todo viejo hotel, hay leyendas que hablan de espíritus errantes. La más famosa, es el supuesto suicidio de la amante de Pérez Jiménez. "El Humboldt es una zona como de leyendas urbanas, porque no sabes si te pierdes, cuántos días vas a durar para venir hasta acá, cuántos vas a subir, qué te pueda aparecer por allí", comentan los caraqueños. "La noche, la neblina y el monte se presta un poco para esas leyendas", agregaron.

¿Un complejo turístico con fines militares?

Pero ahí no acaban los misterios de este hotel. Pocos saben que, antes de fallecer, su creador el arquitecto Tomás Sanabria reveló que el Humboldt era parte de un complejo construido con la visión estratégico-militar de Pérez Jiménez. Y es que al hotel sólo se podía llegar a través del teleférico: el mismo que podría transportar al estado Vargas, a 800 militares por hora en un conflicto bélico.

Una de las atracciones más importantes del hotel Humboldt es la pista de baile giratoria La Boîte, que fue testigo de las interpretaciones de las orquestas más importantes de su época. El espacio que inicialmente sería un casino, terminó transformándose en una sala de baile, donde la música caribeña deleitaba a los huéspedes.

Actualmente, el hotel está en manos del Estado venezolano y en proceso de restauración. Se busca seguir al pie de la letra el diseño original y traerlo de nuevo a la vida para maravillar a los visitantes con sus vistas panorámicas hacia Caracas y también hacia el mar Caribe.