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Brutal farsa nazi: El 'modélico' gueto para artistas que sirvió para ocultar masacres

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Hitler ideó un plan para hacer pasar un brutal campo de concentración por un "balneario" a ojos de una delegación de la Cruz Roja Internacional.

El campo de concentración de Theresienstadt, ubicado a 70 kilómetros de Praga, fue un falso escaparate que sirvió para engañar a Europa cuando comenzaron a aparecer los rumores de que Adolf Hitler estaba llevando a cabo un exterminio de judíos, explica el director de orquesta español Xavier Güell en su última novela 'Los prisioneros del paraíso', informa 'ABC'.

A partir del año 1941, el líder nazi envió a cientos de personalidades judías (artistas, militares condecorados, gente con medios económicos altos, etc.) a este lugar. Sin embargo, la realidad era otra: la muerte y las torturas estuvieron muy presentes en el centro.

"El castigo era la muerte"

"Necesitaban montar una farsa, que Europa creyera que trataban de forma aceptable a los prisioneros en los campos de concentración. Por ello, encerraron a multitud de artistas en este lugar y les permitieron ejercer su profesión. Los dejaban tocar, organizar conciertos", explica Güell. El escritor asegura que convivieron juntos grandes compositores como Hans Krasa o Gideon Klein.

Tanto es así, que Hitler permitió crear una organización regida por presos que se encargaba de organizar todo tipo de actividades culturales. "Había óperas, representaciones teatrales,obras de cabaret... Todas ellas, hechas por artistas de primerísimo orden", afirma Güell.

Sin embargo, las condiciones en las que vivían eran infrahumanas: residían 50.000 personas en un lugar acondicionado para 5.000 y morían entre 50 y 100 personas al día. "No se les dejaba escribir más de un número determinado de palabras al mes, ni guardar medicamentos. Si desobedecían, el castigo era la muerte", afirma el músico barcelonés. 

Una gran mentira

El punto álgido de esta farsa tuvo lugar en 1941, cuando una delegación de la Cruz Roja Internacional decidió realizar una visita al centro para comprobar si las crecientes voces que denunciaban las masacres perpetradas en los campos de concentración eran ciertas.

Fue entonces cuando se lanzó una "labor de embellecimiento": en primer lugar, se deportaron 5.000 judíos (principalmente enfermos y desnutridos), se pintaron las calles, se dio comida a los presos, se les mandó vestirse con sus mejores galas y se organizó un concierto (el 'Réquiem' de Verdi). Además, se les amenazó con la pena de muerte si abrían la boca.

Finalmente, la delegación salió convencida de que los prisioneros vivían en muy buenas condiciones en aquel lugar que inicialmente se había patrocinado como una especie de "balneario" que constituía una parada previa antes de viajar a Palestina.

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