Los cipreses demostraron tener una asombrosa resistencia a los incendios forestales en España durante el pasado verano. Así queda de manifiesto en una sorprendente foto en la que una isla verde de cipreses destaca entre los restos de cientos de otros árboles consumidos por el fuego: pinos, carrascas, encinas, enebros, sabinas y aliagas, informa el diario español 'El País'.
Se trata de un millar de cipreses mediterráneos que fueron plantado en una superficie de 9.000 metros cuadrados en la comunidad de Valencia hace 22 años en el marco del proyecto europeo CypFire, que busca analizar la tolerancia de estos árboles de distintas condiciones severas. Desde entonces han crecido hasta una altura de 9 metros.
El enigma de los cipreses ignífugos https://t.co/u1EYkmGvB5 via @el_pais // a propósito de #reconstrucción#incendios#gestionderiesgos— Sebastián Seisdedos (@seb6d2) January 20, 2017
Los 946 árboles sobrevivieron a un incendio forestal de cinco días que se desató en julio del verano pasado, mientras que solo 12 árboles (el 1,26% de los cipreses) ardieron. Otro 10% sufrió deshidratación en las hojas, de lo que pueden recuperarse en unos meses.
¿Por qué no arden los cipreses?
La invulnerabilidad de los cipreses es un enigma, ya que ningún árbol es incombustible. No obstante, varios expertos que hablaron con el diario apuntan algunas propiedades que le habrían permitido resistir al fuego, como el hecho de que bajo los cipreses no se acumulen 'materiales combustibles'.
Su madera es muy dura y casi no se acumulan ramas suyas en el suelo, mientras que su horajasca "desprende una sustancia que acidifica el suelo" en el que no crecen otras plantas, explica al diario Nicolás López, botánico y técnico de conservación de especies de la Sociedad Española de Ornitología Birdlife.
Además, su hojarasca es compacta y conserva la humedad, mientras que su copa es muy densa.
Todo ello impide que el árbol arda rápidamente, lo que apoya la tesis de que podrían ser plantados para que hagan las veces de "pantalla contra el fuego". Sin embargo, ello también podría ser un error, ya que una especie no autóctona "altera el ecosistema y perjudica al resto de la flora", explica López.